jueves, 10 de diciembre de 2009

Sin testigos

Del grueso de suboficiales y soldados que ejecutaron este operativo, y muchos otros similares, no hay rastro alguno.

Unos se ahogaron en alcohol o drogas; otros fueron engullidos por el pantano de la psicosis; otros fallecieron cobijados de cartones en lúgubres laberintos de Los Angeles California, Nueva York y Washington.

Sólo una veintena entre miembros del temido batallón y aquel alto mando, dan muestras de vida. Lo hacen desde la semiclandestinidad. Hay quienes aseguran que a esas sombras fueron empujados por el eco del llanto de sus víctimas. Otros dicen que las sombras siempre fueron su naturaleza. El común denominador de todos ellos es que imploran a los cuatro vientos que todo lo actuado sea por el mundo, olvidado.

El marco:

En el vértigo de la contrainsurgencia una explosión arrasa, de los trabajadores, la Unión. A la siguiente semana es dinamitada de los trabajadores, la Confederación. Los hechores firman los atentados con el nombre de un antiguo tirano que en situación de retiro fue ajusticiado por su chofer.

Los insurgentes elevan su propuesta hacia el gobierno: retrasar las elecciones y lanzar sus propios candidatos.

El gobierno les rechaza; celebra elecciones. Fue electo presidente el oligarca más poderoso del país.

La insurgencia, impulsa su táctica de ataques selectivos. Fue ajusticiado el “Comisionado para Limpiar la Universidad, de Comunistas”.
El vicepresidente electo se libró por los pelos, de una ráfaga de ametralladora.
El Fiscal General fue eliminado mediante un artefacto en su vehículo.
El ministro de la presidencia fue emboscado y acribillado en pleno día.

Los escuadrones de la muerte buscan sus propios objetivos (civiles no armados). A la ausencia de blancos a batir, atacan la imprenta de los académicos religiosos.

“Diálogo y presión”, la táctica del gobierno.

Atentan, comandos gubernamentales, contra la residencia de un alto dirigente del Frente Democrático. Los insurgentes responden con armas artesanales sobre las instalaciones del Estado Mayor gubernamental.

Escuadrones de muerte explosionan por segunda vez la sede de la Confederación de Trabajadores. Las víctimas se ven duplicadas. La insurgencia abandona la mesa de negociación y anuncia la gran ofensiva.

La noche antes del día señalado estaba tremendamente oscura. Un incesante alboroto de perros se extendía por cinco rumbos de la capital; envolvía la periferia de tres cabeceras departamentales. Los perros aullaban al paso de las columnas insurgentes que bajaban de las cerranías en busca de los puntos neurálgicos del enemigo. Con las primeras luces del día se desatan las acciones.

La guerrilla se hace fuerte en los barrios populares. Intenta provocar la insurrección de las masas. El gobierno, decreta estado de sitio, censura informativa; bombardea los barrios con presencia insurgente. No hubo insurrección, sino éxodo masivo y centenares de víctimas inocentes.

Cambian táctica los insurrectos. Desalojan los barrios pobres y se dirigen a fortificarse en los barrios elegantes. Atacan la residencia del mismísimo presidente de la república, la casa del vicepresidente y la del cabeza del parlamento. Fusilan al presidente de la Corte Suprema de Justicia.
El gobierno se abstuvo de bombardear las areas dominadas por los rebeldes; se trataba de sus propios lugares de residencia, los barrios de la oligarquía. Cundió el desespero del alto mando militar y del presidente de la república.

La Agencia Central de Inteligencia, ilustra esta congoja de la siguiente manera.

“El jefe del Estado Mayor Conjunto convoca al presidente de la república a hacerse presente en ese bunker”.
Es el presidente de la república quien acude al llamado del jefe militar y no al revés. El presidente no manda; lo mandan.

Antes de la llegada del mandatario, los miembros del alto mando ya había deliberado exaustivamente y concluido.

“... Los terroristas no tienen capacidad táctica o estratégica. Jefes y grueso conforman un cuerpo, inexperto, mal entrenado, mal armado, mal avituallado. No tienen idea del arte de la guerra; por sí solos, jamás podrían hacer peligrar el poder y gloria de nuestra fuerza armada.... Y sin embargo, si un cuerpo rudimentario como ése se provee de una cabeza pensante, entonces sí se vuelve altamente peligroso y difícil de ser aniquilado.... El G2 (inteligencia militar), ha demostrado hasta la saciedad, que los terroristas ya se han hecho de una cabeza pensante. Esta Medusa es la que debemos cercenar! Y esto debe ser ahora mismo, antes que aclare el siguiente día...... Se trata de ellos o nosotros...!”.

Los hechos

Fue puesto el plan en manos del oficial de campo situado en el área del objetivo.
El oficial responde: “puesto que se trata de una acción especial, se requiere el concurso de un batallón especial”.

En efecto, recurrieron al batallón más despiadado en este tipo de operativos. Giraron las órdenes pertinentes.

Se hizo presente el batallón destinado, se atrincheró en las cercanías; esperó a que cayera la noche.

Militarmente, la operación no presentaba complicación alguna.

Predominaban el silencio y la oscuridad. A la hora señalada, fueron tendidos tres círculos concéntricos y herméticos, alrededor de la casa de meditación.

Al filo de la media noche, se abrió un corredor desde la periferia circular hasta la fachada de la casa. Por ese corredor penetró hasta la entrada principal, un comando de asalto fuertemente armado, con los rostros untados de betún.

Una parte del comando tomó posiciones tácticas a lo ancho del frontispicio; otra parte se posesionó del dintel. Llamaron, golpeando la puerta con las palmas de las manos, conminaban a los pernoctantes a abrir las puertas.

Tensos minutos, de persistencia y voces amenazantes, transcurrieron. Alguien del interior abrió la puerta. Irrumpen impetuosamente hacia el interior los asediantes.
Obligan hacia el exterior a seis religiosos que meditaban.

No hubo demasiado intercambio de palabras entre asaltados y asaltantes.
Uno a uno fueron colocados boca abajo sobre la grama del jardín, los religiosos.

Posteriormente a la celebración de la sangre, prometía el alto mando la gloria espiritual y la estabilidad económica.

La especialidad del batallón era justamente este tipo de operaciones. Una especie de rito que celebraban con gentes anónimas de tez aceitunada, esmirriadas y baja estatura. Esta vez se trataba de gentes importantes, altos, blancos y elegantes como sus propios jefes. Esto excitaba el ánimo de los soldados; disputaron el honor de disparar al occipital de los ahí tendidos.

Se oyó llanto y gemidos de mujeres al interior de la casa. –Quiénes son? –preguntó el jefe.
–Es la sirvienta y su hija. Pobres mujeres. No deben nada –contestó uno de los soldados.
–¡La orden es, sin testigos, culeros! –replicó con notoria dosis de histeria, el oficial.

Retomaron la acción los subordinados.

Abandonado que fue el escenario de los hechos, a la par de los otros victimados, quedaban fuertemente abrazadas, la sirvienta y su pequeñuela.

Clareó el día. Convocó el presidente a conferencia de prensa. Ante las cámaras, los flashes y el alboroto de los reporteros, el alto mandatario, culpó de los hechos a los insurgentes.

martes, 8 de diciembre de 2009

Orgasmo de Gata

Que un grupo latino de bohemios del valle Mälaren (Mälardalen), decidiese erigirse en tribu y enarbolar el estandarte del quetzal, fue un hecho tan sorprendente como inaudito. No a cualquier mortal le es concedida la gracia de conocer el trino de ese pájaro, nahual de Tecún Umán que lleva un rubí en el pecho.

Lo asombroso de ese acontecimiento, pensé, es que los sabios mayas, aseguran que quien tiene la dicha de escuchar alguna vez el trino del quetzal, abre su mente a la contemplación y a la poesía, definitivamente. Esos seres privilegiados se identifican fácilmente unos a otros y tienden a formar logias místicas a cuyo interior se vuelven devotos del ave en mención.

Esa mística dice que el quetzal es el alma del pueblo maya, por eso en cautiverio muere, y en vuelo es una ondulación esmeralda. Como el torogoz, construye su habitáculo en inaccesibles paredones de escarpadas vaguadas. Escava en el paredón un túnel en forma de herradura. Es decir, con un umbral de entrada y otro de salida. Lo hace así para no extropear su espléndida cola, que supera en mucho la longitud de su propio cuerpo.

El caso es pues, que el grupo Quetzal, convocó a un cónclave poético que se celebró el 7 de noviembre, en el número 6 de Slottgatan, Västerås (el nuevo local del Vänster Partiet). Un día antes había sido la fiesta de cumpleaños de Micke Mjöberg, a la cual no pude asistir, por estar bajo el ataque de un virus sospechoso de porcino

Faltar a dos acontecimientos al hilo, por culpa del dicho virus, hubiese sido alarmante; un primer signo de gravedad; por lo que hice el supremo esfuerzo de abandonar el lecho, proceder a una rigurosa ducha y luego encaminar mis pasos a la convocatoria del Quetzal.

El esfuerzo hecho no fue del todo feliz, pues estando ya a pocos metros de la parada de buses, partía el bus que me llevaría hasta Slottgatan a la hora conveniente.

Los días sábados por la tarde, el servicio de autobuses es más pausado; sin embargo,los organizadores quisieron sentar precedente de puntualidad y fueron tajantes con la hora de inicio.

Se comprenderá que me perdí la primera parte del programa. Llegué justo a la hora de los bocadillos. En el ambiente quedaba, sin embargo la vibración de los versos de René Zegarra, de Julio Flores, entre otros, y la dramaturgia de Guillermo Aguilar. En la segunda parte vendría otra jornada de lecturas.

En el intermesso de los bocadillos, entre sendos recipientes repletos de tacos nicaragüenses, ensalada, bebidas y odres colmados del fruto fermentado de la vid, descubrí los ojos de la `Gata´.

Hay muchas gentes en Nicaragua cuyas pupilas, ni son cafés, ni negras, sino de un tornasol que cambia de tonalidad según el ángulo en que reciben la luz. El pueblo les llama, gatos.

Comprendí al instante la razón del porqué habían cinco acrílicos de grandes dimensiones, muy cargados de simbolismo, estratégicamente situados en el salón donde se desarrollaba el recital.

Los gatos son poseedores de un temperamento especial. Haciendo caso omiso a la lista de precios, repartía la Gata, a diestra y siniestra tacos nicaragüenses elaborados por sus propias manos, copiosamente acompañados de ensalada a la mayonesa, y rebosantes copas de vino.
–Tengo mis reservas acerca de los precios, acá en la lista –dije–, déjame revisar si hay monedas en mi monedero.
–Olvidáte de los precios, chocho carajo, que aquí tengo yo bajo control todo ésto! –me contestó, y dirigiéndose al público espetó–: Comed y bebed, y que se cargue el débito a mi cuenta!

Reanudose el recital, pasando por el estrado un segundo grupo de aedas.
No es tarea fácil una composición poética alrededor de una coyuntura política. Sin embargo, Ricardo Mejía se atrevió a transformar en versos el golpe de estado en Honduras. El público premió esa labor con una salva de aplausos. Asímismo dio el público su aprobación a un canto a la amistad y la solidaridad ofrecido por Pascual Nuñez, y a un par de dardos que el Pardo lanzó a la trampa de que la crisis económica sirve para hacer más pobres a los pobres, y más ricos a los ricos.

Agotada la artillería de los poetas, concentró el público su atención en la abigarrada simbología de los acrílicos de Silvia, la Gata nicaragüense (el apellido de esta pintora es un acertijo aún indescifrable).

El primero y más llamativo, es una mujer desnuda que sangra de entre sus piernas recogidas. El cuadro acepta dos posiciones. Si se coloca cabeza abajo, asemeja la cabellera de la mujer, las raíces de una mata de maíz en busca del suelo. Si se invierte la posición, es una mujer de rodillas y sangrante. –Es el parto, el parto es vida –explica la artista al público asombrado.

El siguiente es un paisaje nocturno. La calle principal de un pueblito nicaragüense. Al fondo la luna llena. En primer plano el busto de una mujer. El lado derecho de la mujer es jóven y sensual, de pezón apetecible. El lado izquierdo, una vieja escuálida, decrépita de teta flácida y horrible. –Es la Segua –dice la pintora– El espíritu femenino y maligno que venga la ingratitud de los hombres infieles y trasnochadores.

Ante el siguiente lienzo no hay preguntas del público, sólo signos de admiración. Es el ángulo de un Pettersberg en pleno invierno, cuyo vértice entra francamente por la ventana del dormitorio de Silvia.

El siguiente acrílico es el rostro de una chica bellísima de ojos almendrados. Tiene ante sí, una tentadora manzana. –Es Eva, mi hija –dice.

Por último, sobre un fondo verdoso, una línea negra y retorcida, desdibuja una silueta femenina. Se necesita un verdadero ejercicio de abstracción para adivinar que en esos vericuetos se esconde una mujer. Hay sin embargo una clara pista: un pecho femenino de perfil, hermoso y suculento. –Qué es? Qué es? Pregunta el público intrigado.
Se enciende el tornasol de sus pupilas. –Es el orgasmo de la Gata –contesta. Y le ilumina el rostro, un sarcasmo hecho sonrisa.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Cambio climático


En su casa, en las estribaciones del volcán San Salvador, don Cristiano leía un libro publicado por uno de los asesores de George Bush, Tony Blair y José María Aznar. El autor calificaba el Cambio Climático Global como una de las más grandes farsas de los últimos tiempos. Don Cristiano centraba su esfuerzo intelectual, en apropiarse de las argumentaciones del autor, mediante un ejercicio mnemotécnico.

La señora Teodolinda, su mujer, le entregó la correspondencia del día. Le llamó la atención un sobre barato, rotulado a mano y con muy mala caligrafía. Rompió la cubíerta y leyó. Los pobladores de las orillas de la Quebradona (parte baja del volcán Chinchontepec), le mandaban a pedir, obras de reforestación sobre sus propiedades de la falda sur del volcán, ya que, debido a la rigurosa tala llevada a cabo, para sembrar más café, bajaba de esa falda en la estación lluviosa, una corriente de lodo por la Quebradona, que llegaba a invadir los patios de las casuchas del caserío.

–Reforestar? Pobres ilusos, no saben nada de caficultura! Les vendí barato, para que tuvieran donde vivir, y con estas presiones me pagan! Jodidos estamos! –dijo a su esposa. Arrugó la carta, la lanzó al cesto de la basura, y continuó la lectura que le ocupaba.

El Salvador es un territorio costero, que hacia el norte se eleva en una cadena de cerros y volcanes; por lo que las crecidas de ríos y quebradas de las partes bajas, durante la estación lluviosa, es una tendencia natural, últimamente acentuada, a causa de la deforestación y urbanización de los terrenos altos.

Hoy día, las inundaciones de las partes bajas, en la estación lluviosa, es la norma. Los ricos prefieren urbanizar las partes altas y vivir allí, precisamente para quedar a salvo de inundaciones.

Al año siguiente de aquella carta, las precipitaciones pluviales fueron mínimas, más bien hubo sequía, así que los pobladores de la Quebradona, se preocuparon poco por el inconveniente.

Años antes, la estación lluviosa terminaba en septiembre. Ultimamente se prolonga hasta noviembre, incluso, diciembre. Según los entendidos, esto es signo del Cambio Climático Global.
Los detractores de este fenómeno, gentes muy poderosas, se dan a la tarea de contratar académicos universitarios, para que argumenten que el tal cambio climático es una falacia.

En el año posterior, lo largo de la estación lluviosa fue moderado. Hubo corrientes de lodo por la Quebradona, pero no pasó a más.

Lo que vendría a ser la última fase de la estación, aconteció del siguiente modo:

El servicio meteorológico internacional, envió un mensaje de alerta a los servicios locales de los países de la región. En el Océano Pacífico cobraba forma un ciclón cuyo eje de rotación se movía hacia Centroamérica. En efecto, el ciclón atravesó el istmo, con una fuerza destructiva moderada, y se fue desvaneciendo sobre el Golfo de México, hasta convertirse en tormenta tropical.
Meteorólogos y organismos de rescate, respiraron aliviados.

El servicio meteorológico internacional, cuyos análisis y conclusiones se basan en imágenes tomadas por satélites, no observó nada anormal en los gigantescos cúmulos de nubes que avanzaban siguiendo la misma ruta del ciclón. El análisis espectrográfico concluía que, en efecto, las nubes eran inusualmente gruesas, pero se movían con bastante normalidad y suficiente altura, como para ningún tipo de alarma.

Durante la historia vivida por el ser humano, el clima había sido ordenada y sistemática sucesión de fenómenos de conocida evolución; lo cual permitía a los hombres avezados, mediante una simple y atenta observación visual de lo alto, lo bajo, lo cercano y lo lejano, predecir y precaver con aceptable exactitud al comportamiento de los meteoros.

Hoy día, aún con ayuda de satélites y sofisticada tecnología, es cada vez más complicado predecir las variaciones climáticas locales y globales; tal que en su inmensa mayoría, los meteorólogos dan testimonio que el Cambio Climático Global, consecuencia de la actividad industrial del hombre, es un hecho irrefutable.

Caía el atardecido, cuando las colosales pero inofensivas nubes (según los servicios meteorológicos), que venían por la ruta del huracán abandonaban el océano y se adentraban al territorio salvadoreño.

Comenzaron a descender en forma de leve llovizna. Al contactar tierra, detuvieron su desplazamiento, los cúmulos se volvieron negros y confundidos con la noche se fueron licuando con creciente celeridad, sobre las alturas del territorio.

De las partes altas urbanizadas de San Salvador, donde viven los ricos, bajaban torrentes cada vez más gruesos y furiosos hacia las partes bajas donde viven los pobres.

En pocas horas estaba lloviendo lo equivalente a un mes. Antes de la media noche, se oyeron los primeros ayes lastimeros en las proximidades de quebradas y ríos.

La oscuridad era total. Las represas abrieron sus compuertas. Las laderas deforestadas se convertían en aludes negros.


En mitad de la noche lluviosa e impenetrable, la falda sur del volcán Chinchontepec se convirtió en un inmenso torrente de lodo y grandes piedras que se precipitaron sobre la Quebradona. Más allá de la Quebradona, el alud desbordó el cause, se dividió en dos y cayó sobre los barrios de Verapaz….

… Al amanecer lo largo de la costa salvadoreña era un cenagoso infierno en donde los condenados, eran espectros cubiertos de lodo que erraban enmedio de interminables pantanos, extrayendo cadáveres, gimiendo, llorando, y llamando a gritos a sus deudos.

La mitad del pueblo de Verapaz estaba desaparecido. La mitad que faltaba la sustituían enormes rocas, algunas tan grandes como una cabaña.

Donde estuvo el poblado de la Quebradona, hay ahora enormes acúmulos de piedra y lodo.

Allá sobre los altos del volcán San Salvador, don Cristiano, pide a la sirvienta otra taza de café. Está leyendo otro libro. El autor es neomalthusiano, también asesor de los dirigentes de las Azores. Plantea que la población mundial bordea peligrosamente los siete millardos de seres humanos; y que los desastres de la naturaleza son de seguro la mano reguladora de Dios, para que la población humana, regrese a niveles sostenibles.

–Pero no –dice don Cristiano a su mujer–, ya dirán estos brutos, que los ricos hemos provocado el aguacero que se desató.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Chicos de la unidad Alfa

I

D
e rodillas, Richard Maine, mal vestido y mal oliente, se empeñaba en recoger unas diminutas perlitas de debajo de una banca del parque Austin. Las colocaba, primorosamente en un papel para liar tabaco.

Se acercó a él otro hombre elegantemente vestido y dijo: –Richard Maine! Primo! Mi primo!

El interpelado levantó la vista, sonrió y volvió a lo suyo.

–No me reconoces?

–Cómo no reconocer tu nariz de Pinocho, primo David?

–No te alegras de verme?

–Cómo no me voy a alegrar? Pero es que necesito recuperar los diez dólares que he perdido debajo de esta maldita banca!

Se puso de pie. Se abrazaron.

–Despreocúpate de eso, aquí tienes cuarenta dólares, de parte mía –dijo, y le alargó un dinero– Mira! En esa planta trabajo yó. Qué te parece si nos encontramos mañana en este mismo lugar a la misma hora? Podría buscar una colocación para tí en la planta!

–Sí! Porqué No? Y gracias por el dinero!

Al día siguiente David esperó en vano. A la hora convenida Richard Maine dormía la mona en un bodegón abandonado. Se durmió prometiendo nunca más intentar liar un porro de crac al aire libre cuando soplara el viento.

Richard Maine había servido en la escuadra Alfa, pelotón Bravo, Batallón Charlie, Quinto regimiento, Primer Cuerpo Expedicionario.


II

En el receso que el juez del tribunal militar decidió a petición de la parte defensora, el capitán Jimmie Culp, abogado defensor del soldado James Barker, hace globos con su goma de mascar y ademanes de aburrimiento. Delibera con su defendido. Barker chupa un caramelo de palillo. A pesar de su mayoría de edad tiene rostro infantil y mirada angelical. Este, aprueba con movimientos de cabeza todo lo que Culp dice.

El capitán y abogado defensor intenta reunir los argumentos necesarios para comprobar que si los inculpados, después de los hechos que se les imputan y que ya han confesado, se dirigieron a su puesto de control para, inocentemente, asar alas de pollo, esto demuestra que los chicos de la unidad Alfa, en el fondo siguen siendo los serviciales boy scout de la infancia, y no los horrendos asesinos que en ellos quieren ver los enemigos de nuestro sistema de libertades.

El soldado James Barker (23 años) había sujetado de los brazos a Abir Kasim (catorce años) mientras el radista de la unidad Paul Cortez (23 años) la violaba. Después intercambiaron papeles. Cortez sujetó a la chica y Barker la violó.

Ambos han declarado previamente al juez, reconociendo el intento, pero creían no recordar que la violación hubiese sido consumada.

Mientras Barker y Cortez hacían lo suyo, el soldado Steven Green (21 años), se dirigió al dormitorio en donde mantenían cautiva al resto de la familia, padre madre y la hermana de seis años de Abir Kasim, acribillándolos con disparos de fusil AK 57, el fusil más efectivo del mundo para ejecuciones a corta distancia.

Acto seguido salió Green del dormitorio hacia la sala de estar y reclamó su turno en la violación de Abir.

Consumado su propio acto, y amarrádose que hubo los pantalones, tomó el mismo fusil AK 57 y colocó la trompetilla en el rostro de Abir, conminándola a que cesara de llorar. Como ella no cesara, le descerrajó un disparo entre los ojos. El resto de la escuadra observaba pasivamente.

Entrenados como estaban para borrar toda evidencia, olvidaron completamente, y así declararon ante el juez que ventilaba la causa, quién o quienes de ellos vertieron keroseno sobre el cadáver de Abir kasim y su familia, lo mismo que no recordaban absolutamente, quién de ellos encendió el cerillo.

Según la ley, si el imputado olvida los hechos, y no hay más testigos a los cuales recurrir, la acusación queda sin efecto; sobre todo si lo actuado se da en el marco de la defensa de las libertades y la democracia.

Es el suburbio oeste, ciudad Mahmudiya, treinta kilómetros al sur de Bagdad.

Los parientes de el soldado Steve Green son gentes influyentes. Green ha sido declarado perturbado mental, y expulsado del ejército, lo cual le ha impedido enfrentar la corte marcial que juzga a sus compañeros, en cambio enfrentará una corte federal que tenga jurisdicción sobre la ciudad donde reside en territorio norteamericano; y por lo que tampoco enfrentará cárcel si es encontrado culpable, en cambio sí, un hospital psiquiátrico.

En el mes de marzo del año 2006, el puesto de control de la escuadra Alfa, pelotón Bravo, Batallón Charlie, Quinto regimiento, Primer Cuerpo Expedicionario, hacía meses gozaba de una excepcional calma. Enfrentamientos y atentados insurgentes se concentraban de Bagdad hacia el noreste.

Los chicos de la unidad Alfa mataban el tedio con tragos de whisky, bebidas energéticas y pollo asado.

Fue así que saciados de hambre y sed, cinco de los miembros de la unidad, jugando golf en el área de recreo improvisada, experimentaron una vez más la frecuente sensación de ser ellos mismos, encarnación de figuras al interior de una ilimitada consola de videojuegos.

En consolas de videojuegos se habían preparado para esa guerra desde la temprana infancia.

Tenían meses de estar situados en el ojo del torbellino, pero nunca experimentaron hambre, ni sed, ni cansancio, ni contacto visual con el enemigo. Una esfera invisible les protegía de los disparos del adversario.

Las acciones trancurrían tal y como en las consolas de videojuegos: cacería de objetivos identificados previamente desde fuera del campo de batalla, los cuales al ser alcanzados se convertían en bolas de fuego diluidas en una atmósfera saturada de humo negro.

Prendió en ellos de ese modo la iniciativa sobre la que habían actuado en consecuencia, luego de lo cual, y por el tedio en que volvieron a caer después de los hechos, se dedicaron a jugar a las cartas y a asar alas de pollo, para saciar el hambre de una guerra situada entre el enfrentamiento real y la ilusión electrónica. Inmersos los chicos de la Unidad Alfa, en la pantalla de un videojuego tan grande como el Medio Oriente, o quizás tan grande como el mundo entero.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Aún hay gente buena

Volver del mundo de los muertos, es para los nonualcos, la más grande azaña del ser humano; ésto se celebra a lo grande. Cuando Yubini, regresó al cantón La Lucha, Zacatecoluca, se lanzaron los pobladores a la calle, en un espontáneo carnaval. El chico fue paseado en hombros por todo el cantón, entre petardos, música y júbilo general.

Pasada la fiesta y ya en la cama, hace como que duerme para no preocupar a los abuelos. Lo que hace es volver a repasar mentalmente, todo lo acontecido. ”No todo está perdido, aún hay gente buena”, decía para sí.

Serafín y Magdalena (sus abuelos) recibieron cinco mil dólares, enviados desde Los Angeles California), por German y Guadalupe (sus padres, a quienes sólo conoce por fotos). Los abuelos mandaron a decir al `chele Paco´ (coyote) que ya tenían el dinero.

Prepararon a Yubini una mochila con una mudada de ropa, unas pupusitas, y la foto más reciente de sus padres. Al momento de partir, colocaron al cuello del nieto un escapulario de la virgen y lo bendijeron.
Tomó el coyote los cincomil dólares, y partieron.

Llegaron a San Salvador; se les unieron otras dos personas. Abordaron un bus hacia ciudad de Guatemala.

No fue difícil que Yubini pasara la frontera; portaba un documento notarial, en el que se hacía constar que viajaba con su tío (el chele Paco).

Atravesaron Guatemala; avanzada la noche llegaban a la frontera mexicana.
Pernoctaron cinco noches en un hostal. El coyote esperaba cinco personas más.

Llegados los otros, cruzaron la frontera hacia México. Tampoco fue dificil. El sello migratorio vale diez dólares por cabeza, sin preguntas incómodas.

Abordaron un bus hacia Nuevo León. Conferenció el chele Paco a solas con Yubini, diciéndole: –Apréndete esta historia: en adelante ya no soy tu tío, sino tu padre. Eres nacido en Oaxaca y viajamos a Nuevo León. Comprendes?
–Sí, comprendo.

A la entrada de Ciudad Hidalgo, abordó el bus un control migratorio. El bus iba repleto. Yubini buscó entre el gentío al coyote para que le recordara la historia que tenía que contar, pero no lo encontró. Cuando lo interrogaron dijo. –Soy del cantón La Lucha y viajo con el chele Paco hacia Estados Unidos.

Con otro grupo de personas fue devuelto a Guatemala. El policía que revisó las pertenencias a Yubini, le devolvió al chico sus utensilios en una bolsa de plástico quedándose la mochila.

En Guatemala fue entregado a un albergue para niños de la calle. Yubini, creyó acelerar las cosas, buscando él mismo la terminal de buses hacia El Salvador. Escapó del albergue con esa intención. Caminó el día entero, preguntando por la terminal de buses. Todo mundo le daba razón de la terminal, pero él no consiguió otra cosa que marearse cada vez más. Cayó la noche; quiso volver al albergue; le fue imposible. Estaba totalmente extraviado y con mucha hambre. Se tiró sobre la primera banca de parque que encontró. No durmió; la noche entera tiritó de frío.

Amaneció. Estaba en Mixco, periferia de la ciudad. El hambre le llevó a mendigar. Su bello rostro le favorecía. Contó su historia a una señora que le regaló plátanos fritos, le dio algún dinero y le indicó cómo abordar un bus hacia el centro de ciudad Guatemala. Así lo hizo, pero en la inmensa capital volvió a estar extraviado.

Pasó una semana mendigando alrededor de un parque sin nombre. No se alejaba para no perderse. Dormía entre los indigentes. Ahí conoció a Patsún Hután, vendedor ambulante de cobijas y artesanías. Patsún lo hizo su ayudante, con la promesa de un día llevarlo hasta la frontera de El Salvador. Le relegó a lo más pesado, cargar con las cobijas.

El itinerario de Patsún sin embargo no fue hacia la frontera de El Salvador, sino a la de México. Yubini lo comprendió cuando vio una señalización que decía: ”Hacia México”. Patsún le prometió que en llegando a la frontera, harían el recorrido en sentido contrario.

Estando en Huehuetenango, Patsún depositó la mercadería en un hospedaje y se emborrachó en una cantina hasta perder el sentido. Hubo de cuidarlo Yubini hasta que despertó, conduciéndolo al hostal. Al siguiente día Patsún volvió a emborracharse del mismo modo, hasta quedar dormido entre una zarta de incoherencias. Al despertar, Yubini le dijo que ya no quería acompañarlo y que le diera algún dinero por lo que había trabajado para él. Como toda respuesta Patsún le dejó otra vez abandonado y sin dinero.

Yubini volvió a Mendigar para poder comer. Entró a la iglesia de Huehuetenango. Buscó al sacristán y le pidió de comer. El sacristán era salvadoreño y solidario. Le dio de comer, reunió algún dinero para él, y lo envió con un grupo de feligreses que viajaban a ciudad Guatemala.
En el viaje les contó su historia. Los feligreses se conmovieron y lo condujeron hasta la terminal de buses internacionales, a que abordara un bus hacia El Salvador.

Lo dejaron ahí sus benefactores, continuando ellos hacia sus asuntos.

Ningún busero quiso llevarlo, porque carecía Yubini de identificación.

Volvió a la calle siempre prefiriendo pedir que robar. Un grupo de mareros lo vigilaba. Le veían sólo. Conspiraban para reclutarlo.

Se salvó. El día que lo asaltarían, un cobrador salvadoreño le ofreció llevarlo hasta la frontera. Así lo hizo.

En la frontera contó su historia a una tendera. La tendera se apiadó de él, le dió de comer y lo recomendó a unos policías guatemaltecos que lo llevaron a la aduana salvadoreña. Un burócrata cara de perro impidió la entrada de Yubini a su país, por indocumentado, y lo devolvió al lado guatemalteco.
Los guatemaltecos hicieron un nuevo intento; esta vez lo entregaron a policías salvadoreños.

Uno de los salvadoreños era zacatense. Se comunicó con la central de Zacatecoluca. De la central se contactaron con los abuelos de Yubini en el cantón La Lucha, quienes, con la ayuda de los vecinos se movilizaron hasta la frontera de las Chinamas, en donde en un mar de lágrimas, recogieron a su nieto.

Habían transcurrido tres meses. Yubini había cumplido catorce años.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Comentarios radiales


I


Taller experimental.

Experimentar el texto y la palabra.

El referido taller es como la otra casa del hijo de Asterión. Sin puertas ni ventanas, sin siquiera paredes, para que entre el que quiera, o la que quiera. Todo aquel que tenga la pasión de experimentar en los terrenos del texto escrito o la palabra hablada. Recrear en un pliego de papel, o en las intrincadas circunvoluciones de la memoria, por ejemplo, la sobrecogedora llegada del otoño; la inexorable aproximación del invierno; la feliz recapitulación anual del deshielo y la primavera. Conmemorar la enorme pena de José Martí: la esclavitud de los hombres y el hambre en el mundo; la invisiblidad de los dardos que zaetan la sensibilidad humana; el galope desesperado de los corazones apasionados; la vorágine de la catástrofe; la infinita crueldad del poder del Estado; la impenetrable noche solitaria; el callado mensaje de las estrellas; el sublime canto de la esperanza; o el callado genocidio de los señores de la economía y la política.

Innumerable es la temática de la experimentación, como innumerables las habitaciones de la otra casa del hijo de Asterión; para que puedan acogerse allí las almas sensitivas, igual las almas cuyo signo es la rebeldía.

Al final de la existencia de los seres humanos, hay un cenit y un nadir.

Por el nadir despéñanse aquellos que no comprendieron que es la carne la que se hace verbo; y que sólo el verbo es capaz del etéreo impulso hacia el cenit a que toda criatura aspira desde el infinito origen de los tiempos.

No hace mucho, una joven maestra de la lengua, arengaba a sus discípulos diciendo: –Puesto que el ser humano es palabra; es la palabra el arma más temida por los poderosos.
En circunstancias esperanzadoras, puede ser la palabra, medicamento, abrigo, hielo, fuego, agua para aliviar la sed, investigación científica, o alimento.
En el sentido opuesto, se vuelve la palabra, represión, grillete, cárcel, calabozo o cadalzo. Y sin embargo es la palabra, eficaz herramienta para la independencia y la libertad.

La palabra es la llave que abre el corazón de los amantes; o el puñal traidor en busca de nuestra espalda.

Inescrupuloso, utiliza palabras engañosas el mercader, para vendernos lo innecesario; y con palabras inauténticas altera el precio de las mercancías, con el objeto de estafar la bon homía de los parroquianos. Y éstos, con palabras que aluden la razón o la rebeldía, devuelven el buen orden a los tratos comerciales.
Antes de lanzarse a la guerra de las armas, se lanzan los hombres a la guerra de palabras.

Y sólo los esclavos que dan forma a un credo de palabras libertarias, son capaces de romper las cadenas para ir al reencuentro con la luz del sol que les había sido robada.

Es de palabras el cordón umbilical que te une a tí, eterno neonato, a la placenta de la tierra.

Ven a nuestro taller, o levanta el tuyo propio! Ha llegado la inevitable hora de experimentar!


II

Reporte desde la biblioteca

Estamos en la amplia sala principal, rodeados de anaqueles, pilas de volúmenes, y datores para la búsqueda.

Escogemos un volumen al azar y leemos la tapa. Vaya que sorpresa!: Historia de la filosofía. Y son dos los autores, españoles: Navarro Cordón y Tomás Calvo. Este libro forma parte de la colección, Manuales de Orientación Universitaria.

Tiene este volumen, categoría preuniversitaria. Concluimos entonces, que este coleccionable puede ser recomendado a los chicos que cursan gimnasio y piensan continuar una carrera humanística en la universidad. O puede recomendarse además al estudioso autodidacta, que profundiza, incentivado por el propio deseo de ampliar sus conocimientos.

Pero detengámonos un momento, para hacernos la pregunta de rigor: Qué es la filosofía?

Los primeros filósofos de que tenemos noticias en esta parte del mundo, la definían como el gusto por la sabiduría.

Más tarde, ante las primeras nociones de ciencia, experimentación y metodología, se redefinió la filosofía como, Madre de Todas las Ciencias.

El enorme desarrollo científico que experimentó occidente desde esta época, desembocó en la necesidad de una nueva redefinición de la filosofía; profundo debate que alcanzó su clímax en el siglo XVIII, y fue Carlos Marx quien puso los puntos sobre las íes.

Sus más acérrimos detractores se quedaron sin argumentos, cuando, bajo la influencia del Materialismo Histórico y Filosófico, generalizó el concepto que la filosofía tiene por objeto la relación que hay entre el ser humano y su conciencia, en el marco de los problemas más generales que atañen a la existencia del universo, el ser humano y la naturaleza.

Sócrates (469 AC), postulaba que el objeto de la filosofía es la consecución de la verdad, y proponía como método la Mayeútica (hacer de cada respuesta, otra pregunta).

Cierta vez preguntó Sócrates a unos gendarmes que le conminaban: –De qué os ocupais?
–Perseguimos un asesino! –contestaron.

Sócrates: –y qué es un asesino?
Gendarmes: –es un hombre que mata!
Sócrates: –Hablais de un carnicero?
Gendarmes: –No! Asesino es un hombre que mata otros hombres!
Sócrates: –Ahora entiendo. Quereis decir un soldado.
Gendarmes: –No! No nos referimos a un soldado, sino a un hombre que mata otros hombres en tiempos de paz!
Sócrates: –Si, ahora sé que os estais refiriendo a un verdugo.
Gendarmes: –No señor! No se trata de un verdugo!

Se retiraron los gendarmes a deliberar entre ellos para dar a Sócrates una respuesta adecuada. Llegaron a un consenso, y luego regresaron al filósofo diciendo: –Un asesino es un individuo, que mata una o muchas personas, con premeditación y alevosía!

–Y ventaja! –acotó Sócrates.

Como en muchos otros casos, esta vez, la eficacia de la Mayéutica socrática, en la búsqueda de la verdad, fue tan contundente, que aún hoy, en los códigos jurídicos del mundo entero, el concepto de lo que es un asesino, es el concepto que se descubrió en este diálogo entre los justicias y el filósofo ateniense.

Desde los días de Babilonia hasta hoy, la idea de biblioteca, también ha evolucionado! Pero esto será el próximo tema de nuestro, Reporte desde la Biblioteca! Hasta entonces amigos!

jueves, 12 de noviembre de 2009

El chahuite


I

Los veteranos ex combatientes de las montañas de Olancho (Honduras), se vanaglorian que ejercen influencia ideológica sobre Coyote Cojo, desde el tiempo aquel que por avatares revolucionarios, pasó el referido Coyote, tres meses en el campamento `Papalón´, con la misión de sumarse al operativo `Garriadora I´, cuyo objetivo era, utilizando la táctica de las hormigas Garriadoras, trasegar quinientos fusiles de asalto, através de la frontera hacia El Salvador.

Durante su estadía en el Papalón, fue aleccionado el susodicho Coyote acerca del código secreto de terminología política elaborado por la inteligencia de los camaradas olanchanos.

El término `chahuite´, en idioma nativo (mezcla de Nahua y Maya), significa humedal. Se refiere a los humedales que quedan anegando los campos, pasada la estación lluviosa.
En el código secreto de los hermanos olanchanos, chahuite puede significar, discurso, o verborrea, incluso, declamación poética; dada la humedad que resulta alrededor de la boca del discursante o del declamador, que en casos severos es capaz de anegar micrófonos o enpapar el rostro de interlocutores o público cercano.

Aún hoy, pasada la guerra, cuando los olanchanos dicen, `tu tarea es preparar el chahuite´; ellos quieren decir, `tu tarea es preparar el discurso´, o en su defecto, preparar la poesía.

II

Convocó Chema Maravilla al consejo de brujos de las tribus pipiles habitantes de Västerås, para informar la creación de la asociación Mälardalen Solidarisk Kommitte, dentro de la cual, el gran Maravilla introduce un caballo de Troya, llamado PROCUMA (Proyecto Cultural Mesoamérica).

Sólo asistió una suerte de troika: Jorge Flores Pipiltzín (este apellido se traduce como, príncipe de los Pipiles, o como, noble pipil; y sólo lo ostentan los desendientes directos de Topiltzín Azítl).
Asistió el referido Maravilla, cuyo nombre indígena es secreto; y asistió Coyote Cojo.

Después de mucho deliberar, se pudo entender que las huestes del aprendiz de brujo quezaltepecano, DJ Neftor, estarían concentradas el sábado 24 de octubre, con el único propósito de darse un atracón de tamales, pupusas, peperechas, semitas y café; y que ninguno de los organizadores había reparado en que corría el mes de octubre, en el que se conmemora la llegada de Cristóbal Colón.

El aquelarre de gastronomía pipil, comenzó con la romántica intervención del trovador Samuel Vasquez (este Samuel, a lo lejos parece un cantaor gitano, pero no, es puro pipil).

Hubo un momento que el bullicio de la sala se transformó en absoluto silencio. La razón era que venía entrando Mil Plumas, brujo quezaltepecano, que ya hizo historia en Västerås, mediante abundante producción literaria, entre la cual se cuenta `El sapo frente al espejo´, rigurosa autocrítica a que lo llevó el desamor de una ingrata.

Entrando la fiesta en su apogeo, y a una señal del Maravilla, levantose Coyote Cojo de su asiento y dijo: `Atención señoras y señores! En conmemoración a la llegada de Cristóbal Colón, aquí les vengo a echar este chahuite!´:

Breve discurso sobre una larga historia

En aquel tiempo era necesario
que un marinero dominase además, la observación de las estrellas; lectura, trazado de mapas; y la construcción de barcos. Se reunían en Cristóbal Colón, los oficios de capitán de navío, astrónomo, cartógrafo y armador.

Los cartógrafos sospechaban la redondez de la tierra; pero el papa de Roma opinaba que la tierra era plana, y que en el horizonte el océano se despeñaba en un abismo infinito.

En general los marineros, tenían miedo a ese abismo; no así Cristóbal Colón, porque Colón creía en la redondez de la tierra.

La cólera pontificia no tenía límites, y a quien insistiera que la tierra era redonda, el papa condenaba a ser quemado vivo en una inmensa hoguera, enmedio de la plaza pública.

En ese tiempo Europa ya no aceptaba que en su gastronomía faltaran las especies que llegaban de la India; pero los turcos tomaron Constantinopla y quedó cortada la ruta hacia la tierra de las especies.

Propuso entonces Colón a los reyes de España, ir a por especies a la India, navegando en sentido contrario, por el oeste, sobre el Atlántico, porque a decir verdad la tierra era redonda, y no plana como aseguraba el papa.

Los reyes eran católicos y temían al poder del papa; pero el papa también echaba de menos las especies de la india en su santísimo paladar; entonces obvió que fuesen fletadas por los reyes de España, la Pinta, la Niña y la Santa María; las tres carabelas con que partió Colón, del puerto de Palos el 23 de mayo de 1492.

En altamar, muchos marineros temieron al abismo. Se sucedieron las conspiraciones, los amotinamientos para asesinar a Colón y obligar a la expedición regresar a España, pero Colón ante los retos se volvía gigante, y los medrosos marineros terminaban por temer más al gigante que al abismo y a lo desconocido.

A las dos de la madrugada del 12 de octubre, poco más de cuatro meses de navegación ininterumpida, cuando la conspiración para asesinar al capitán era mayor, Rodrigo de Triana, el vigía de turno de la Pinta, primero pensó que sufría alucinaciones, pero cuando estuvo seguro que veía claramente una fogata, gritó: Tierra! Tierra a la vista!

Desembarcaron los extranjeros en la isla Guanahaní del archipiélago Bahamas. Los nativos vivían en la inocencia. Iban desnudos sin malicia alguna. El sexo para ellos no era pecado; recibieron con júbilo a los españoles, y les ofrecieron sus hijas y sus mujeres, para que yacieran con ellas.

Para aquellas gentes los recién llegados eran dioses surgidos del fondo del mar.

Los nativos recogían su pelo, atravesaban su nariz, orejas y labios con piececillas de oro. En un principio trocaban los españoles esas piececillas por espejitos y cuentas de vidrio.

Cuando agotaron espejitos y cuentas de vidrio, comenzaron los hispanos a simplemente robar los adornos de oro de los nativos. Aparte de esto, los nativos repararon que los marineros y su capitán, orinaban y defecaban hediondo.

He aquí que el cacique Caonabó y la cacica Anacaona, se entregaron a la sospecha que no eran ningunos dioses los que llegaban, sino extranjeros remotos que venían a robar.

martes, 10 de noviembre de 2009

Regresos

I

Krister Ljunggren ama al Ecuador. Ha vivido mucho tiempo en ese país. Cada vez que puede viaja allí, y se dedica a convivir entre los nativos, los niños de la calle, y tiende hacia ellos su mano solidaria. Su experiencia le llevó a escribir un libro en idioma sueco: ”Bland indianerna och gatubarn” (entre los indios y niños de la calle). En su aventura, han habido mujeres anhelantes de un encuentro íntimo con el extranjero, con el propósito de procrear hijos de ojos verdes; los críos de esas mujeres aprueban ese anhelo para poder tener hermanos ojiverdes. Cuando el extranjero se va del Ecuador por la misma ruta que llegó, promete siempre regresar, y cada vez, al retornar de nuevo, los indígenas le reciben con grandes muestras de alegría.

II

La posibilidad que Erik el Rojo no haya sido el único vikingo que alcanzó las costas del continente hoy llamado América, antes de Cristóforo Columbus, es perfectamente admisible. Hay por lo menos tres vestigios de la llegada de extranjeros remotos y extraños, en códices pictográficos, en monolitos esculpidos y aún en tradiciones orales de la tradición.

Y talvez sea el más antiguo de estos acontecimientos, desde muchos puntos de vista por demás, incontrovertible, el que dio origen al culto a Quetzaltcoatl, centurias antes del nacimiento de Erik el Rojo.

Se dio el extraño caso de un hombre aparecido en una playa, tierras costeras de la región yucateca. La evidencia demostraba que venía del mar, aunque no se veía una nave con él, y estaba completamente sólo. Todas las probabilidades apuntaban al resultado de un naufragio.

Los hombres yucatecos no conocían la navegación de gran calado, ni la existencia de otros pueblos allende las islas Caribes.

Para los pescadores que encontraron al náufrago no había modo de conocer la verdad. Se vieron imposibilitados de entender la manera y el contenido de lo que el extranjero explicaba; a la vez que éste no tenía posibilidad alguna de entender lo que los hombres lugareños le preguntaban.
Dada la indescifrabilidad del extranjero, fue inevitable recurrir al gran chamán, para entender a ciencia cierta, cual era la identidad de aquel extraño llegado del mar.

Abrió el chamán su morral, echó mano al peyote sagrado, lo elevó con ambas manos hacia el cielo, y luego se lo llevó a la boca. Pocos segundos después entraba por la puerta del Panteón y se dirigió al congreso de los dioses para preguntar a ellos, quién era en realidad aquel hombre aparecido.

Alcanzado el punto culminante de su trance, concentró el brujo su mirada en las pupilas del náufrago. Esas pupilas reflectaban las aguas del mar, con la tonalidad de las esmeraldas.

Estalló en mil pedazos la psiquis del chamán y se vio presa de estertores propios de un ataque de epilepsia. –Es la serpiente con plumas de Quetzal! –dijo antes de caer al suelo enmedio de violentas convulsiones–. Viene a vencer a Tezcatlipoca! –agregó devanándose en el suelo.
Mostraba los ojos en blanco, como si las pupilas estuviesen dirigidas hacia el interior de sus cuencas. Decúbito ventral, en el suelo, apoyándose en la cabeza, las puntas de los pies, los brazos y las manos, hacía un arco con el cuerpo hasta quedar desfallecido.
Al cabo de cierto rato, paulatinamente, fue calmándose el ánimo del chamán. El aturdimiento y la embriaguez dibujaban las líneas de su cara. Caminó hacia su choza, con la vista puesta en el suelo, se tendió cuan largo era sobre su petatl. Durmió profundamente y soñó. Soñó con el conflicto entre el Serpiente con Plumas de Quetzal y Tezcatlipoca. Era un combate interminable. Habían lances ganados por Quetzalcoatl; habían otros que ganaba Tezcatlipoca. Otras veces quedaban empatados; mas sin embargo, en lo que vendría a ser la victoria final, se imponía Tezcatlipoca, señor de Mictlán (el mundo de los muertos), y de la destrucción.

Sucedió del siguiente modo la batalla final. Creció Omexóchitl (flor del amanecer), hija de Quetzalcoatl, como un flor de extraña belleza. Ojos verdes como su padre, pelo color del castaño, piel color de oro viejo.

En el trato, se interpone cierta inevitable sensualidad entre un padre y sus hijas. El Serpiente con Plumas de Quetzal no era la excepción. Tezcatlipoca observaba desde las sombras el mutuo trato que existía entre Omexóchitl y Quetzalcoatl; y conspiraba.

En la inevitable labor educativa, padre e hija acostumbraban hablar largamente y a solas en el interior del palacio del rey y dios. Provocó entonces Tezcatlipoca, valiéndose de pases mágicos, que surgiera entre ellos una pasión tan poderosa, que les empujó hasta los humbrales mismos del acto carnal.
Consumado el acto, resonó la poderosa voz de Tezcatlipoca, riendo a carcajadas, en la cabeza del Serpiente con Plumas de Quetzal.

Cada vez que Tezcatlipoca reía, Quetzalcoatl se tomaba la cabeza con ambas manos, porque la sentía estallar.
Cada hora que pasaba, el señor de Mictlán reía cada vez más alto, hasta que, completamente fuera de sí, desesperado, Quetzalcoatl se lanzó al mar por el mismo rumbo por donde había llegado, no sin antes prometer que regesaría, purificado. Aquellos súbditos no dejaron nunca de esperar su retorno.

Es verosimil la posibilidad que el Serpiente con Plumas de Quetzal, no hubiese sido el jefe de la supuesta tripulación de la que formaba parte, y que no fuese lo suficientemente instruido, como para haber transmitido un idioma escrito a sus salvadores; o empeñarse en el intento de construir una nave, con la ayuda de los hombres autóctonos que al poco transcurrir del tiempo, luego de estos acontecimiento, le erigieron en rey. Despues le adoraron como dios. Y como rey y dios, tuvo muchos nombres.

Tloke Nahuake, señor del principio y el fin; Nahualpiltzintli, príncipe de los nahuales; Ipalnemoani, el que nos insufla vida; Moyocoyani, el que se crea a sí mismo.

Una suerte de amanuenses, grababan en piedras y pintaban en cortezas de amatl, los glifos con que captaban sus enseñanzas; las leyes que dictaminaba, entre muchas otras, la prohibición del incesto, costumbre que predominaba entre las clases gobernantes de aquellas gentes.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Reality show

No entendían la situación en que habían caído. Ellos actuaban de buena fe.

–Padre! Estamos perdidos!
–Sí hijo! Parece que los dioses nos han traicionado! –respondió Wallace.

Penetraron los televisores las favelas de la Amazonia, y confirmaron los habitantes de los tugurios sus sospechas. Sobre el común de hombres y mujeres hay un Olimpo de gansters y policías. La línea divisoria entre unos y otros es demasiado tenue, como tenue es la línea que separa al funcionariado estatal, de la delincuencia. Y no por evidente dejaba de ser desconcertante que sólamente aquellos que por sus méritos eran acogidos en ese Olimpo, adquirían el poder de escapar a la pobreza, y adquirían autoridad sobre el pueblo llano.

De Souza quería un futuro promisorio para su hijo. Le bautizó con un nombre televisivo (Wallace), y le compraba pistolas de juguete para que entrenara. Era incapaz de explicarle a qué lado de la línea separatoria debería colocarse un hombre en pos del éxito, pues el mismo de Souza no lograba entender en qué lugar o circunstancia está colocada, o se coloca, esa línea divisoria. Razonaba: –en política, es desventajoso declararse prematuramente a favor o en contra de algo o de alguien; por tanto, es desaconsejable tomar posición en favor o en contra de alguno de los bandos del Olimpo.

Hay en los De Souza el sentido de la eficacia. Cuando Wallace cumplía veinte años, coronaba exitosamente su carrera hacia la oficialidad de Policía, a la vez que nacía su primogénito, vivo retrato de su padre y de su abuelo.

Observando el proceder de sus superiores, descubrió lo que su padre no le pudo nunca explicar. La línea divisoria entre la actividad gansteril y la policiaca es colocada, retirada o retrazada según convenga a los dioses de los dioses, y es tan difusa, que en determinadas circunstancias, incluso desaparece.

En terrenos de la cultura laboral existen métodos que por ser reflejo del nivel superior parecen obvias, y sin embargo la prudencia aconseja informarse antes de actuar. El Oficial Wallace de Souza fue sorprendido vendiendo el excedente de combustible que la institución le asignaba, a una pandilla de delincuentes. Fue expulsado, discretamente, del cuerpo por esta causa. A todos los de Souza, les pareció la más hipócrita de las injusticias.

No todo era rudeza en el ex oficial de policía. Bautizó a su unigénito, Rafael, en celebración a las azañas renacentistas del Bunoarroti.
Cualquiera diría que la paternidad no era atributo de Wallace; y sin embargo percibiendo la empatía temperamental entre él y Rafael, decidió adoptar al chico y hacerse cargo de su educación. Entonces se dió a obsequiarlo con todo tipo de armas de juguete, para que se fuese familiarizando con las más importantes herramientas de progreso, reconocidas por la Amazonia.

En el vasto carisma de los de Souza, la histrionía es un elemento, hasta cierto punto central. Tal cualidad fue decisiva para Wallace, en su insistente carrera hacia la victoria final. Presentó a Televisión Amazónida su proyecto de programa de casos policíacos. Se echó a andar la idea con gran éxito de audiencia; producto de lo cual se permitió una vida holgada durante algunos años.

Creció Rafael y al sobrepasar la veintena sobrevino la crisis global de la economía. No se sabe si ésto, o la inevitable monotonía de la cotidianidad, o talvez la baja sensible de escandalosos hechos delictivos, provocaron gran deserción entre los teleexpectadores del programa policíaco. Fue aquí que decidieron ya en sociedad, padre he hijo, dar un audaz golpe de timón al negocio. Habría que dar el salto desde la investigación a posteriori, al reality show.

No era cosa fácil. Manaos atravesaba por uno de sus inusitados como inexplicables períodos de tranquilidad.

Hubo de ser necesaria la división del trabajo. Padre he hijo trazaban la ruta. Luego se dividían en dos. Iba por delante Rafael liderando su peculiar equipo, y pocos minutos después, sobre la misma ruta, venía Wallace con su cámara, filmando un reguero de vidrios rotos, edificios vandalizados, farolas destrozadas; y desplegando todo el poder de su carisma histriónico, clamaba ante los televidentes un cese a la violencia que abatía a la capital de la amazonia.

La teleaudiencia es un monstruo de mil cabezas no fácil de subyugar. El reality show debía ser más convincente. Para ésto, necesitaba Wallace un culpable, pero bajito y esmirriado; ni igual, ni más grande que él. Lo encontró Rafael.

Pistola en mano entró el periodista a su casa, y salió tirando del pelo al indiciado; lo llevó ante las cámaras y le espetó –delincuente cabrón!

Intervino la policía, se demostró que el supuesto, no era indiciado, ni culpable. La jueza Da Silva vio en ello indicios de delito, pero el éxito televisivo fue fulminante; la teleaudiencia concedió a Wallace, un curul en el parlamento.

No bastaba, él quería ser presidente; y la vía era más, y más eficaz reality show.

Las primicias tomadas segundos después de ocurridos los hechos sucedieron con pasmosa rapidez. La teleaudiencia llegó al millón. Wallace era un hombre rico, influyente y popular.

Adolescente violentada sexualmente en pleno centro de Manaos!
La jueza Da Silva, escapa por los pelos a un atentado!
Wallace filma la agonía de un homosexual agredido.
Prenden fuego a proxeneta. Wallace capta los estertores de la antorcha humana.
Asesinan narcotraficante para robarle cargamento. Wallace capta su último suspiro.

Rara vez la intuición traicionaba a la jueza Da Silva, quien también movía hilos poderosos.

Aquél leve indicio bastó para que la letrada despertara además, la suspicacia de la Corte Suprema. La condición legislativa de Wallace, requirió de mayoría calificada; pero al fin la Corte Suprema, concedió a Da Silva, la potestad de ordenar allanamiento al domicilio del diputado periodista.

Se encontraron ahí, entre otras muchas contundentes pruebas, las bragas pertenecientes a la joven violada en pleno centro de Manaos; 250000 reales, y 15000 dólares, cuya procedencia el diputado no pudo justificar; y casquillos percutados por la misma arma con la que se llevó a cabo el atentado contra Benedita Cunqueiro Da Silva, jueza primero de la Sala de Instrucción.

martes, 20 de octubre de 2009

La borrasca

Oscar vio la cabeza de Alvaro descender como escondiéndose debajo del lecho que le servía de cama; volvió la vista hacia arriba. Una masa de nubes pasaban velozmente hacia el sur. Le dio vértigo; al vértigo siguió un profundo vacío en el pecho. Volvió de nuevo la vista hacia donde había desaparecido la cabeza de Alvaro y lloró.

Estaba tendido sobre una estrecha repisa, de las dimensiones de una cama, a 6200 metros de altura, en la pared de un precipicio helado y ventoso. Area central de la cordillera Karakórum. Tenía fracturada la tibia y el peroné de la pierna izquierda, y la muñeca de la mano derecha.

Al lado izquierdo de donde estaba tendido, alzaba otra mole helada, el monte Baintha Brakk. Levantaba la cabeza para ver sobre sus pies, veía el glaciar Biafo; y si haciendo un supremo esfuerzo, se colocaba de lado para ver lo que tenía atrás de su cabeza, aparecía el glaciar Choktoi.

Alvaro descendía hacia el campamento base; la misión: movilizar al mundo al rescate de Oscar. Los clubes alpinistas son poderosos, movilizan incluso, gobiernos.

El llanto de Oscar duró segundos. Su deber era serenarse. Cada movimiento, cada caloría gastada, cada minuto del tiempo transcurrido es decisivo; lo sabía. Estaba ante las circunstancias, que gravitan obligadamente sobre todo montañista. Es parte de la emoción, del reto al carácter; del albur a que todo ser humano obliga la misma lucha diaria: vivir, morir o la mutilación.

Gran fortaleza física y mental era Oscar. Cualquiera empresa a que se dedicaba mostraba resultados extraordinarios. Era consciente de ello. –Pobres de los hombres, si hubiese yo optado por la carrera de banquero –pensaba–. La economía de un país es algo de obligada homologación. La fortuna acumulada por un sólo banquero, obliga a demasiados a la miseria.

Cuántas veces había meditado y discutido con sus seres queridos? Infinidad de veces!
En ese entorno todo estaba hablado y advertido; emocionalmente todo en orden. Esto le dio la misma tranquilidad del viejo que ante el momento crucial, deja su herencia justamente distribuida. Además, no todo estaba consumado. Había el precedente del rescate por helicóptero, en un caso similar al de él, en el mismo monte.

Se dispuso a echar un sueñecito; no se lo permitió el dolor de las fracturas, y un dejo de angustia en el pecho.
Alvaro se descolgaba por el precipicio, con la atención puesta en que según estadísticas, son ocho días la posibilidad de sobrevivencia en las condiciones de Oscar.

El primer día posterior al accidente, lo había utilizado Alvaro en escalar hasta donde tenían la tienda, rescatar y acopiar los medios que dejaba al herido: dos sacos de dormir, una funda vivac, dos cartuchos de gas, un infiernillo, y limitada comida.

Un día y medio le llevó el descenso hasta el campamento base. Llegó con la punta de los dedos semicongelados. Comenzó por alertar al personal de guardia. Es decir, el día tercero contactó y movilizó al club a organizar el rescate. Por la tarde se encargó al servicio meteorológico el pronóstico del tiempo sobre el macizo. No fue fácil. Regularmente entrando el otoño, a una semana de establidad, sigue otra de borrasca; mas a este antes ordenado ciclo, el cambio climático global lo volvía caótico, impredecible.

Desatada la borrasca, la única posibilidad de sobrevir para un escalador, es abandonar el ascenso y descender pausadamente hasta un refugio seguro.

–No es una borrasca cualquiera. Es la borrasca del Karakórum, el dios de la muerte –dicen los nativos de lengua urdu. Lo mismo opinan los escaladores extranjeros.

Luego de inútiles intentos, casi a la medianoche se logró conversar con el teniente coronel Rashid Ulah Baig, quien pilotó el helicóptero que protagonizó un rescate en similares condiciones un año antes. El oficial pidió lograsen, los interesados, la autorización del Estado Mayor.

El cuarto día, el teniente coronel Baig llevó a cabo un vuelo de inspección; examinó el lugar y desaconsejó el intento por helicóptero. Se completó el equipo de rescate, se contrató un grupo de porteadores nativos; pero llegado el momento de partir, algunos del equipo llegados desde España, se reportaron necesitados de un día más para aclimatarse. No hay mal que por bien no venga; se dieron cuenta que hacían falta dosmil quinientos metros de cuerda, y utilizaron el resto del día para acopiarlos en los bazares de Skardú.

Cinco días después del accidente comenzaron el ascenso. Durante duraron los preparativos había hecho un tiempo espléndido; sin vientos tempestuosos, sin nevadas, sin nubarrones a la vista. En el macizo montañoso, la estabilidad climática significa preludio de tormenta. Había que llegar hasta Oscar en término de tres días.

Un día les tomó escalar la cara sur del glaciar Uzum Bral, y medio día descender al lado opuesto para colocarse a la base de su objetivo. Avanzaban más lentamente de lo normal; llevaban a la espalda el doble de equipaje. Se adelantó una cordada para fijar mil setecientos metros de cuerda sobre la vertical pared helada.

Acometieron el ascenso, y aunque creían no estar tan alejados de las pausas de reglamento, estaban extrañamente extenuados. Pronto descubrieron la razón. Oscar y Alvaro habían arrancado la virginidad a una ruta más corta hasta la cima; que antes de ellos se consideró inexpugnable.

En realidad el reglamento estaba siendo violado. Obviaban altos para alimentarse y suprimían horas de sueño, con tal de avanzar más a prisa.

Poco antes de concluir la jornada del día tercero, reconoció Alvaro, a unos quinientos metros en línea vertical hacia arriba, la repisa donde yacía Daniel, y gritó un Eureka! que fue escuchado por toda la cordada.
Cirnió una llovizna helada que se transformó en granos diminutos. El viento trastocaba a ráfagas tempestuosas. Gruesas nubes oscurecieron el cielo. A los granulillos siguieron granizos del tamaño de ciruelas que caían como piedras sobre sus espaldas…

–Oh! –dijo en lengua urdu, el más experimentado de los porteadores– La borrasca del Karakórum!

Vista de lejos, la cordada parecía una larga serpiente ascendiendo sobre el hielo. De pronto se paralizó y emprendió el descenso..

lunes, 5 de octubre de 2009

El agravante

El ulema que supervisaba la ejecución del veredicto, alzó la mano derecha. La plebe cesó de arrojar piedras sobre la condenada. La mujer estaba enterrada hasta la cintura, en pleno centro de la plaza de Kismayo. El doctor de la ley dio instrucciones para que fuese desenterrada. La desenterraron los milicianos, la tendieron sobre el suelo y levantaron la manta que le cubría la parte superior del cuerpo. El cráneo y la cara de Asha Ibrahim eran huezos sanguinolentos. Abrió el único ojo que le quedaba y sacó la punta de la lengua entre los maxilares descarnados para expulsar restos de dientes. El doctor de la ley ordenó que la enterrasen otra vez del mismo modo que antes, y volvió a tender con imperio su mano derecha hacia la mujer, para que el populacho diera fin a la tarea. Pasados unos minutos, a otra señal de la alta autoridad, volvieron a desenterrarla, y la volvieron a descubrir. En lugar de cabeza había una masa informe y roja revuelta entre una maraña de pelo crespo.

Se frotó el rostro suavemente el ulema, volvió las palmas de las manos hacia el cielo, de pie y con los ojos levemente cerrados musitó un versículo del libro sagrado; luego dio media vuelta majestuosamente alejándose del lugar. No dijo nada a nadie. Los milicianos sabían lo que debían hacer con ese amasijo de huezos rotos, masa encefálica, carne y sangre, que antes se llamó Asha Ibrahim.

Los milicianos gritaron a coro algunas consignas guerreras referidas a la expulsión de las tropas extranjeras, y a extender su religión hacia todas las naciones de la tierra, tal como estaba profetizado. Luego procedieron a levantar los restos de la ajusticiada.

Asha Ibrahim no era oriunda de Kismayo, viajaba desde su lugar de nacimiento: el refugio Hagardeer, Nigeria, hacia Mogadiscio a juntarse con su abuela. Y si el tribunal que la juzgó, hubiese tomado como cierta la edad declarada por ella, catorce años, no hubiese dictado semejante veredicto, que según la ley no debe ser aplicable a menores de edad. Aunque hay eruditos que sostienen que es aplicable a toda mujer desde que haya tenido su primera menstruación.

En el campo de refugiados Hagardeer nacieron tres de sus cinco hermanos y ella, la menor de todos.
Tal sino estaba trazado de veinte años atrás.
Sorprendió la mañana, al primer erudito de el poderoso clan Hawiye, Shadi Sharif Ahmud, sin que hubiese podido pegar los ojos en toda la noche. Era la cuarta y consecutiva vez que sucedía. Ya no sucedería más. En la cuarta noche le fue revelada la misión histórica del clan: la pureza de la fe; separar el grano malo de la miez sana.

Al día siguiente de la revelación, lanzaron su ofensiva las milicias de los Hawiye, sobre el clan Galgale, amigos de los herejes extranjeros; resultado de lo cual los padres de Asha Ibrahim, se vieron cruzando la frontera y asentados en Hagardeer.

En Hagardeer deliberó el consejo de ulemas de los galgale, y discernieron que la poca rigurosidad en materia de tradición, granjeaba a los galgale, poderosos enemigos como los Hawiye.

Toda niña refleja en su rostro el culmen del espanto, la decepción, el dolor, en el momento culminante del ritual ablatorio, para luego sumirse en el llanto inconsolable. A los siete años de edad, en Asha fue igual, pero no lloró; se mordió la lengua, echó espuma por la boca y perdió la conciencia. La matrona lo tomó a bien. –Cuando no lloran –dijo–, es señal que serán mujeres hacendosas, de fuerte carácter, excelentes madres, fieles esposas.
A partir de ese acontecimiento, una vez por semana, perdía la conciencia Asha enmedio de convulsiones y espumarajos en la boca. –Es epilepsia –le dijo Antoanett, médico internacionalista a Shadia, madre de Asha, quien fue incapaz de entender la argumentación que explicó la doctora. –Un horroroso trauma, es capaz de derivar en epilepsia –dijo Antoanett. Shadia estaba segura que en la yerbería del mercado de Mogadiscio habían las hierbas necesarias para curar a Asha. En Mogadiscio vivía aún la abuela de la criatura.

A medida que crecía Asha, disminuían los ataques de epilepsia, pero sin atención especializada, fuera del refugio, era improbable que desparecieran completamente, según el diagnóstico de, Antoanett.
En su cumpleaños catorce, Ibrahim, su padre, le dió la gran sorpresa. Puso en sus manos una faltriquera con veintemil chelines somalíes. Lo suficiente para viajar hasta Mogadiscio en bus. Tendría que viajar sola, instalarse donde la abuela, con auxilio de ella, acudir a la yerbería del mercado y adquirir lo necesario para iniciar su tratamiento.

Viajaba Asha al lado de la ventanilla, para no perderse nada del paisaje polvoso, para ella desconocido; y sin embargo, su patria. El corazón le latía con fuerza
Los pasajeros del expresso hacia la capital durmieron sobre las bancas de la terminal de buses de Kismayo. En teoría continuarían el viaje al siguiente día, pero los combates sobre la carretera a Mogadiscio, lo impidieron a lo largo de una semana. El dinero de Asha se agotaba!

Sintió necesidad de movimiento. Salió de la terminal a deambular y distraerse un poco. Al regresar Asha, el autobus no estaba! Había partido sin ella! Se sentó en una banca y echó a llorar.
Se acercaron tres milicianos. –Qué sucede? –preguntaron.
–Me he quedado sin dinero y necesito llegar a Mogadiscio –dijo.
–Ven con nosotros, podrás ganar algún dinero –dijeron.
Llegaron a una playa desierta.

La ablación convirtió el sexo de Asha en un mínimo orificio. A la violación que la sometieron los milicianos, volvió Asha a morderse la lengua y a echar espuma por la boca, con el espanto reflejado en su bello rostro de armoniosas facciones.

Los milicianos del Ejército de Dios, desconocían lo que era un ataque de epilepsia y también se espantaron.
Así que regresaron llevando a Asha esta vez en calidad de detenida, presentáronla ante el tribunal de eruditos, y la acusaron de adulterio, prostitución, resistencia a la autoridad y posesa de demonios; con el agravante de pertenecer al clan Galgale.

martes, 22 de septiembre de 2009

Reportero gráfico

En Concepción, una de las zonas más deprimidas de San Salvador, apareció el cadáver del reportero gráfico francés a pocos metros de su vehículo, con cuatro balazos en el rostro. No le habían robado nada.
En el pasado había documentado el conflicto armado y la firma de la paz. Volvió con el propósito de documentar la ruta de progreso que se prometía en los acuerdos.

Lo que encontró le llenó de incertidumbre. No había progreso; al contrario, los tugurios marginales habían desbordado invadiendo zonas, antes de clase media baja.
En las entrañas de los tugurios había surgido un nuevo estrato social: las maras. La mara son muchas clicas (células) con vocación gubernativa. Imponen mediante coacción armada, un gobierno autoritario en los propios tugurios y amplias zonas alrededor de éstos.

Entre las maras rivales hay un estado de guerra permanente por el control de población y territorios. En toda guerra, hay ceses de fuego, pactos y alianzas.
De pactos y alianzas intermaras resultó que sus zonas bajo control cubren todo el país, y sus ramas se extienden por Centroamérica, México, Los Angeles…Ya hay germen de maras en Madrid. Sus palabreros (jefes de clica), aseguran que cubrirán el mundo entero.

No es difícil identificar un marero. Se tatúan el cuerpo con los símbolos de su mara o su clica, con el nombre de los rivales que han matado, o con cualquier otro símbolo que les exite. Los más exaltados se tatúan el rostro.
En la zona sobre la que gobiernan sólo se admite la presencia o el domicilio de, policías, abogados, jueces, o funcionarios, leales. Los otros son condenados a muerte. Ejecutan sus sentencias con eficacia suma.
Todo gobierno vive de su capacidad recaudatoria. Las clicas cobran peaje a los transeuntes, a los pasajeros de autobuses; establecen tasas impositivas a todo tipo de actividad económica en sus territorios; quien se resiste es asesinado sin contemplaciones. Exceptúan a la gran empresa. La gran empresa se protege con vallas infranqueables y guardias mejor armados y entrenados que las clicas.
La obsesión del fotoreportero francés era el hombre. Se interesaba en documentar la raíz, más que las ramas del fenómeno humano. Se puso en manos de una clica y pidió ser llevado a la presencia del jefe; tenía algo importante que decirle.

Al Culebra (el jefe), le cayó bien el extranjero; consensuó con el francés, la necesidad que el mundo entero supiese de la existencia de la mara, y accedió a su oferta. A cambio de una suma, se le permitiría convivir entre ellos, y filmar su vida cotidiana, en el marco de claras excepciones. Cada noche el Culebra, revisaba y sensuraba lo filmado, para que cualquier evidencia comprometedora fuese omitida.

Se le permitió filmar, por ejemplo, la primera etapa de la ceremonia en que la Pipiripao se casa con la clica principal (clica de jefes). La ceremonia comienza con un desnudo completo que la novia dedica a los cinco jefes mientras ellos beben, y fuman crack (cocaina fumable). La segunda etapa en que la Pipiripao practica sexo con sus cinco maridos a la vez, fue exceptuada, no por escrúpulos morales, sino por que el falo del jefe primero no era el más voluminoso; lo cual podría dar lugar a escarnios de mortales consecuencias.
Tampoco se le permitia filmar los vehículos que llegaban desde la frontera oriental, a cuyos conductores, la mara debía alojar, proteger, y garantizar que cruzaran la frontera occidental, en su ruta hacia Los Angeles California.
Esa noche le dijo el Culebra: –Vení periodista, te convido a un entierro, pero no vayas a filmar. Fueron allá. En una sepultura abierta dentro de una casa destroyer (confiscada por la clica), enterraban un cadáver sin ataud. Los enterradores fumaban crack. El difunto tenía el rostro perforado a balazos. –Así mueren los que vacilan (engañan) a la mara –dijo el Culebra.

De regreso, pasaban frente a otra casa destroyer, en cuyo interior se oía una disputa. –Llevate ese mono cerote a que chille en otra parte! –gritó una voz de hombre.
–Y porqué no lo llevás vos? Pues sí, yo lo parí pero vos echaste el polvo! –contestó airada una voz de mujer.
Pareció que del interior de la casa arrojaban un muñeco hacia afuera. Era un niño de pocos meses que al golpear contra el suelo dejó de llorar, pero seguía con vida.
–Puedo filmar? –preguntó el francés.
–Porqué no? Es tu trabajo!
–Desgraciado! –gritó la mujer a su marido. Salió de la casa, recogió al infante, y lo acunó en sus brazos. Le echaba con la boca humo de crack, en la carita, tratando de reanimarlo.
–Si muere –explicó el Culebra mientras seguía caminando–, es que no merecía vivir; y si vive será un marero duro.
Al cabo de dieciocho meses de cotidiana filmación sensurada, se despidió el francés de sus hospederos. Organizó el material documentado y partió a presentarlo en los centros de gravedad de la industria fílmica internacional.
El éxito de mostrar un mundo cuyas insólitas entrañas son conocidas sólo por los habitantes de ese mundo, hizo regresar al reportero con la idea de rodar el capítulo segundo de la obra, aún cuando la polvareda levantada por el capítulo primero no estaba asentada.

El fotoreportero francés fue abordado por otros periodistas: –Las maras son producto de la miseria social y ambiental que provoca la empresa privada.
–Maldito comunista! –reaccionó el gremio patronal.
–Se necesita un segundo acuerdo de paz, esta vez con las maras! –dijo.
–Peligroso tipo! No? –murmuró el amplio espectro de la clase política.
–Somos eslabón en la ruta de la cocaina hacia el mayor demandante del mundo! –declaró.
–Fucking with you! –espetó alguien desde la embajada.
–El crimen organizado es altamente jerarquizado con metástasis hacia el Estado. El Estado no padece impotencia, sino falta de voluntad! –repitió.
–Maldito Culebra! Cómo se le ocurrió dar tanto cobijo a este tipo?! Algo tiene que hacerse –dijo el diputado al subcomisionado.
–No vea hacia mí, estoy bajo sospecha.
–Bueno! No sé quién tendrá que hacerlo, pero alquien tiene que parar a ese hijueputa, y pronto!

miércoles, 9 de septiembre de 2009

El secreto

–¡Pero hombre! El experto internauta eres tú! Según lo poco que yo sé, sólo un habilísimo hacker podría retirar un video de la red, sin consentimiento de quien lo colocó; de lo contrario, sólo es posible hacerlo, para el que lo colocó.
–¡La que lo colocó!
–¿Una mujer?
–¡Es mi más fundamentada sospecha!... Pienso entrevistarme con ella; demostrarle que tengo armas con que destruir su reputación de esposa, si no retira de la red ese video que filmó de mi actuación, sin yo saberlo.
–Sé que no eres experto internauta, ni es una consulta técnica lo que quería hacerte. Busco una pista que me permita desembrollar la maraña en que se ha convertido mi vida.

“… Mi sueño es casarme con Matilde, formar un hogar con ella, darle muchos hijos; y que envejezcamos juntos. El amor que siento por ella es tan inmenso, y ella tan inocente, que siento asco de mí, y para no mancillarla con mis inmundicies, la evito en los momentos que ella, seguramente, más ansía de mí.

Creo en Dios por sobre todas las cosas. El sabe que hago lo que hago por necesidad.
Tengo focalizados los puntos de referencia que me permitirán salir de este laberinto; pero necesito conversarlos con alguien de mi entera confianza como tú.
Tu sabes, tengo diez años de andar en esto, pienso dejarlo todo, el físico culturismo, la danza, y lo demás, dentro de dos años, cuando cumpla los treinta; luego casarme. Para entonces Matilde habrá cumplido dieciocho. Un día de éstos pienso declararle mis intenciones.

Mis intenciones son honestas; en todos los años vividos de esta peculiar clandestinidad no he perdido el sentido de la ética que adquirí en las aulas universitarias. Lo demostré esa vez que me contrataron dos jovencitas. Me parecieron casi niñas, les pregunté la edad. –Dieciocho –me dijeron; pero cuando con engaños pude consultar sus carnets de estudiantes, supe que eran quinceañeras. Ahí mismo deshice el trato y me alejé de ellas. Un problema con la justicia sería letal para mi futuro; pienso retomar el ejercicio de mi carrera profesional.

Mi falta de idoneidad; en otras palabras, los escrúpulos que aún me acompañan, son signo que tengo capacidad para salir de esto. Por ejemplo, soy incapaz de hacer efectivos mis servicios a clientas demasiado desagradables, a las demasiado viejas, a las minusválidas, o a homosexuales masculinos, aunque sean funcionarios del gobierno. Estos son de los que mejor pagan, pues también compran el silencio profesional. Como aquel ahora ex ministro que sin yo exigirle, aún me retribuye, para que no mencione su nombre en ninguna conversación. De ministro, organizaba orgías con jovencitas, en las que yo ejercía de fauno. En el culmen del bacanal, el funcionario disfrazado de mujer yacía con uno de mis colegas.

La mayoría de mis colegas no hacen excepción alguna; y no los culpo, la necesidad tiene cara de perro.

Mi falta de profesionalismo en estas lides, no deja de ser espada de Damocles que amenaza mi propia existencia, como aquellos casos: el religioso que me anunció el potro de los tormentos; y el militar, la muerte por sicariato, porque me negué a acceder a sus requerimientos.
A lo que se saca mejor partido de este negocio es que se cobran dos tarifas por separado: la de striper que es espectáculo visual; y la de la satisfacción física. Rara vez el cliente prescinde de lo segundo. Pero cuando me contratan sólo como striper, no permito que me pongan las manos encima.

No es el aspecto físico del oficio lo que me sumerge en la maraña emocional que me tiene en constante jaque; sino el fenómeno psicológico, como la vez en que aquella mujer requirió de mis servicios para hacer un triángulo con su mejor amiga. Me recogió en su auto en Metrocentro y me llevó hasta su casa. La amiga de la mujer era mi tía materna. Desde luego que no hubo triángulo, sino una situación confusa muy cargada psicológicamente. El choque fue de un impacto hasta entonces desconocido. Ni ella ni yo damos muestra de superarlo. Desde entonces nos volvimos un par de desconocidos que evitan en lo posible encontrarse frente a frente.

En este territorio se movería como pez en el agua, un psicólogo. Yo no puedo evitar sentirme como Dante en el infierno. Hay círculos en los que me contratan hombres para satisfacer a sus esposas, mientras ellos observan. En otros me contratan mujeres, sólo para excitarse y luego yacer entre ellas.

Hay círculos que nunca visitaré, por lo mismo, por los escrúpulos que aún conservo, y por mi propósito de retornar a la normalidad de la vida. Pero en las más oscuras de esas profundidades hay más círculos, de los que hay en la superficie. Poliandria, sadomaso, pedofilia, zoofilia, necrofilia, coprofagia, vampirismo, canibalismo….. Los he divisado de cerca, pero nunca me he atrevido cruzar esos umbrales, porque son como la mara salvatrucha; o como el mismo infierno de Dante: “quien allí se atreve, pierda toda esperanza”.

¡Claro está! Esto es un submundo de clase alta; o mejor dicho, de clase media alta para arriba. Y no es que en la mente de los pobres no haya lugar para la perversión de la fantasía; en el pobre ocurre que la sobrevivencia, ocupa absolutamente toda su disponibilidad de tiempo; por eso Dios les concede el don de la inocencia…”

-Espero nunca fastidiarte de tanto acudir a ti con el mismo discurso, en la búsqueda de la pista clave. Sé que al final, juntos, daremos con la espada con que abatiré al Minotauro. Juntos, hallaremos el `hilo de Ariadna´ liberador.

Alzó su copa el discursante, a la vez que lo hacía su contraparte y dijo: –¡A tu salud!
La copa chocó con el vidrio interpuesto entre ellos.

Su deseo de confesarse con el más fiel de sus amigos era auténtico; pero se lo impedía su absoluta desconfianza en el género humano.

Se emborrachaba primero, y ya borracho, se daba a conversar consigo mismo frente al espejo. Unica forma de asegurar la preservación de su secreto.

lunes, 31 de agosto de 2009

Sentencia

Se hizo presente en los juzgados un nutrido contingente policial. Había que desalojar de la sala a los alborotadores. El caos desatado impedía al juez completar la lectura de la sentencia.
Están corrompidos los tiempos. Antes, bastaba el eco del nombre de Nebet Hanut, para que jueces y fiscales se pusieran de su parte.
La riqueza material es la mejor muestra de bon homía. Sólo el buen juicio de un hombre le permite acumular riquezas. La riqueza de un hombre es riqueza para el país. Es natural que la ley esté al lado del hombre juicioso.
El acusado no salía de su asombro, pero algo le decía que la sentencia dictada no se cumpliría.
Era uno de los hombres más necesarios para el país, para las cajas del fisco, para las gentes que dependían de sus negocios. Había ocupado un curul en el parlamento durante mucho tiempo. Conservaba buenas relaciones con el presidente del país. Si abandonó el ámbito del poder político no fue por desavenencias, sino porque sus negocios requerían su presencia directa.
A Nebet Henut, el procesado, cincuenta años de edad, se le concedía por penal su domicilio. Acudieron a él sus cinco esposas y sus veintitrés hijos a fin que mantuviera la moral en alto.
Siempre que la cantante Akesha Menehem, veinte año menor que él, acudía a su mente (sucedía intermitentemente, de día y de noche), se dio en Nebet Henut un reflejo impulsivo. Mordía el cigarrillo para luego escupirlo; destripaba un tarro de cerveza entre los dedos; lanzaba contra el suelo un vaso de té; volvía la vista y las manos crispadas hacia el cielo.
En ausencia de Akesha, lo cual no era infrecuente, en su Porsche descapotable, erraba entre las pirámides, se plantaba ante la esfinge y la interrogaba.
¿Porqué era él incapaz de llegar al fondo del alma de esa mujer, con la misma facilidad con que lo había hecho con las que eran sus esposas?
¿Qué poderosa fuerza determinaba que en lugar de ser ella esclava de la voluntad de él, sucedía lo contrario?
La carretera que baja del Valle de las Reinas antes de llegar a la gran pirámide, rodea la base de una colina sin nombre, tan cerradamente que obliga a la precaución.
Antes de los hechos, entrado el Porsche a la base de esa colina, le asaltó el recuerdo de Akesha; pisó a fondo el acelerador. Chirriaron las llantas, el velocímetro marcó más de cien, una fuerza centrífuga empujaba el auto afuera de la carretera; el conductor viraba con fuerza el volante, y pisaba con furia el acelerador. De pronto, un brusco frenazo, el grito de un hombre, un tropel de cabras, un reguero de sangre sobre la carretera; el Porsche fuera de la calzada y Henut al volante, completamente aturdido. En las cercanías no habían otras almas.
Dio marcha atrás con la idea de abandonar la escena; pero las llantas solamente deslizaban sin mover el auto. Estaba atrapado en un pedregal.
El rebaño pertenecía al hermano del muftí; el muerto uno de sus sobrinos. Demostraron sin embargo los abogados del magnate, con brillantez, que la causa de tales incidentes es el abuso de los cabreros que abordan las carreteras, peligrosamente para el tráfico vehicular.
Aconsejaban no obstante, piedad y tradición, ofreciera Henut, algún dinero a la viuda, según su propio criterio. Así lo hizo.
Formalmente Akesha Menehem pertenecía al rito moronita; pero en su fuero interno se decía atea. En el acervo de Líbano corre también una vena jacobina; para triunfar en el arte, hay que alzar el estandarte de la libertad, tan alto como se pueda.
Nebet Henut era piadoso. No siempre le permitían sus múltiples ocupaciones acudir puntualmente al llamado del almuédano; mas cuando le era oportuno se prosternaba cinco veces al día hacia la ciudad sagrada.
Akasha Menehem nunca mintió a Nebet Hanut, desde el primer día que la contrató, con todo y el cabaré beirutí, Vintage, donde cantaba ella viernes y sábados. Los contrató para festejar a sus amigos íntimos dos días seguidos. –La pasión de mi vida es mi carrera de cantante; mi única ilusión, los laureles del triunfo –explicó ella a las pretensiones de él.
–Hago mías la pasión y la ilusión, tuyas –replicó él.
–El matrimonio y la fidelidad son incompatibles con mis anhelos –dijo ella con bastante descaro.
En ese momento Nebet Henut recibió la primera estocada en pleno corazón; y su cerebro albergó el primer negro presentimiento. Nadie de los invitados se dio por enterado que mientras ellos brindaban alegremente, el poderoso magnate agonizaba. Regresó de Beirut, como contagiado de alguna peste; pero cada viernes volvía al Vintage, y volaba a El Cairo hasta el día lunes.
Antes volaba Akasha los domingos a Dubai, donde fijaba su residencia; ahora lo hacía ella también los días lunes. Llegaban juntos al aeropuerto.
La situación parecía estable, hasta ese fatídico viernes que la cantante no subió al escenario. Le explicaron al distinguido cliente que ella se encontraba en una jornada fotográfica, para una revista de adultos, en las pirámides de México, Teotihuacán.
Había un error en el método de Henut para desfacer agravios. Pagaba previamente la mitad de lo prometido, para pagar la segunda mitad una vez ejecutada la tarea encomendada. Y sin embargo, una vez logrado el objetivo, quizás involuntariamente, echaba al olvido el pago de la segunda mitad.
Hubieron dos factores decisivos que torcieron la infalible suerte de Nebet Henut. El primero de ellos fue que esta vez el sicario contratado no estaba en condiciones de olvidar el pago de la segunda mitad.
–Se sentencia al condenado a pagar con su vida en la horca –leyó el juez.
La ley concede al gran muftí la potestad de confirmar o anular las sentencias de los jueces. El otro factor decisivo fue que, finalizados los argumentos del acusado, pletóricos de apelaciones al misericordioso, dichos en su propia defensa; murmuraron los labios del gran muftí la sura ocho del Corán: –Hay entre los hombres quienes dicen, “Creo en Alá y el Ultimo Día”; pero no creen.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Fe de erratas

El Sábado primero de agosto fue un día aciago. Viniendo de la bicicletería, donde había cancelado una alta suma en reparaciones, a media distancia recorrida, se desinfló la llanta trasera de la bicicleta del escribidor. Despotricó largamente en contra del bicicletero, pero no hubo remedio. Tuvo que caminar hasta su apartamento, bajo una lluvia pertinaz. Al llegar, estaba obligado a acometer la reparación de inmediato.

Pasó la lluvia, alumbró el sol, por lo que el aludido decidió trabajar afuera. En eso vio la silueta de Ogaret Maadi que venía hacia él y se alegró. Quién no se alegra viendo llegar a Ogaret?
De lejos Ogaret, nacida en Alepo y crecida en Líbano, donde una esquirla le perforó el huezo ilíaco, puede confundirse con un ángel vaticano tallado en marfil, aunque ya de cerca puede ser, impulsiva y peleadora, si se le provoca.

Presume Ogaret, y con razón, de dominar la lengua hispana, y para no perderla se ofrece como secretaria a las columnas del escribidor.
Este acepta, cualquiera diría, con demasiado entusiasmo. ¿Quién es el insensato que no se va a alegrar de semejante ofrecimiento?

Se conocieron hace tiempo, en la escuela donde se introducían a tomar contacto con los ordenadores.
Hasta entonces, los sirios que se movían en el entorno inmediato eran musulmanes, por lo que su compañero de clases y vecino la consideraba como tal.

Una tarde de invierno, se encontraron en la puerta del edificio donde ambos vivían. Subiendo escalera arriba hacia donde se situaban sus respectivos domicilios, en breves segundos, aún sin hablar correcto sueco, abordaron diversidad de temas. –Soy cristiana –afirmó ella.
–No te lo puedo creer –dijo él.
–Soy capaz de demostrarlo –insistió.
–De qué manera?
–Si me convidas a un trago de whiskey, para combatir este frío terrible, lo aceptaré con gusto.
El escribidor explicó que el desempleo le impedía tener tales lujos en casa.
–¿Pero cómo? ¡Un cristiano que no tiene un trago de whiskey en su casa! ¿Qué clase de cristiano será?

El explicó que vistas así las cosas es justo que se le considerara a él, creyente no practicante, heterodoxo, o tal vez, hereje. No importaba. Lo importante era condescender fraternalmente con el género humano.
Percibió en los ojos de ella, el dejo lastimoso con que se mira a los diletantes. Ogaret abrió la puerta de su apartamento y lo invitó a pasar. Puso las bolsas que traía sobre la mesa del comedor, encendió la cocina; puso un caldero con agua, sus dos hijas llegarían hambrientas, había que preparar algo de comer. Marido ya no esperaba la recién divorciada. Abrió la alacena, sacó una botella de whiskey escocés, sirvió en dos vasos, le alargó uno a su acompañante. Este tomó el vaso por la base. Ella chocó su vaso con el otro y dijo. –¡Salud!
–¿Hablas español?
–¡Me encanta el español! –dijo con acento arabizado.
Fue así que surgió la idea de ser la eventual secretaria del escribidor.
Reparaba pues su bicicleta el susodicho, y absorto ante el cadencioso paso de Ogaret, apenas percató que en sentido contrario a ella, pasaba el presidente de la asociación de poetas de la lengua, con un ejemplar de Incumbencia enrollado, en la mano. Era la edición del 31 de julio del 2009. Al escribidor pareció que el presidente hacía el ademán de saludarlo, porque alzaba el brazo en que llevaba el semanario. Ogaret, cuyos glaucos ojos tienen la propiedad de descubrir lo que esconden los hombres en el corazón dijo. –¡Cuidado, ése lleva esbozada la sonrisa de una aviesa intención!

Más tarde se supo que no era saludo lo que el presidente hacía alzando el brazo con el semanario en la mano, sino pretendía mostrar el cuerpo del delito.
Aún conversaba el escribidor con esa mujer indescriptible, cuando circuló el correo poético, convocando a membrecía y simpatizantes a una urgente y extraordinaria reunión, con un punto único a tratar: desenmascarar farsantes.

Apuró su labor el escribidor para llegar puntual a la convocatoria.
Hay en la genealogía de Ogaret cierta vena hechicera. Consulta el horóscopo, domina la cartomancia de igual manera que la quiromancia, la adivinación y otras artes no menos ocultas. Dijo: –No vayas, he visto las cartas, no hay buenos augurios, he preparado en casa esa sopa de habichuelas que tanto te gusta.

Una sopa de habichuelas preparada amorosamente por las manos de Ogaret, sobre todo en un atardecer de fin de semana, puede ser preferible a las interminables disquisiciones de los poetas. El escribidor se dejó llevar.

Por el hecho mismo de los avances de la tecnología, Internet, el teléfono móvil…, antes de finalizado formalmente el consistorio poético espontáneamente convocado, fueron públicas sus incidencias. Los augurios no mentían había montada una emboscada contra el escribidor.
El presidente argumentó: “sin necesidad que alguien le despoje, por sí sola cae la careta del farsante en la página veinte de Incumbencia. La sequía extrema que abatió media Europa sucedió en el siglo XV, y no en el XVIII, como el impostor expresa, bajo el título El mapa, en el renglón cuatro del antepenúltimo párrafo”. “Y no es ésta la única aberración histórico literaria en que incurre el indiciado”, acuerparon otros, esgrimiendo el breviario de Luis María Carrero. –Aquí se demuestra fehacientemente que no fue de Enrique Alvares de Córdoba, comandante de la Santo Tomé, que el genovés obtuvo el mapa de Toscanelli, sino de Alfonso Sánchez de Huelva, comandante de la Santa Susana!

El escribidor opinó que a excepto de el exacto siglo en que la sequía extrema abatió Europa occidental, todo lo demás, es discutible.
Tomándola amorosamente de las manos, y acercando sus labios al oído de ella, inquirió: –¿Cómo pudo ser posible Ogaret?
Ella, que entre sus artes, tiene la especial habilidad de eludir cualquier trampa que se pretenda tenderle, se soltó de las manos del escribidor, con desenfado, pero con la más letal indiferencia.
Dijo la siriana: –Sucede con frecuencia en este oficio, y puede ser error de mecanografía o un lapsus mentalis, y se aclara escribiendo una nota marginal rubricada, fe de erratas.