miércoles, 11 de marzo de 2009

Reina de belleza

Ante un grupo de latinoamericanos recogedores de remolachas en Vejer de la Frontera, Slavko Multinovik, reportero del `Correo Croata´, desplegó para mostrar la copia de una carta escrita a mano, en idioma español. Había sido escrita en Zagrev, en condiciones que posteriormente fueron objeto de minuciosa investigación judicial. Multinovik buscaba añadir indicios a la pista que seguía.

Soy Paola, mi apellido no importa.Tampoco quiero decir de donde soy originaria. Sólo digo que para llegar a donde estoy, atravesé el océano. Que hablo sólamente español (por desgracia), pues si hubiese hablado inglés, me habría dado a entender en cualquiera de los países en donde he estado, y mi destino hubiese sido distinto. He tomado mi decisión suprema. Oculto mi identidad y orígenes, porque prefiero que quienes me conocieron, pierdan la huella de la que desde muy niña, las hadas escogíeron para ganar cuanto concurso de belleza cruzara en su camino, dado lo cual, su profesión idónea tendría que estar, sobre las grandes pasarelas de las grandes metrópolis del mundo. Nunca me hubiese dado por enterada, si no antes las hadas hubiesen convencido, de ello, a mis padres.

Estoy a punto de cumplir dieciocho años, y me niego a que me sorprenda esa fecha en este cuartucho de hotel, en un país de lengua incomprensible, del que ni siquiera conozco el nombre. Nunca lo oí mentar. No sabía que existía. Me trajeron los organizadores del concurso para optar a modelo titular, de una línea de cosméticos, cuya marca, por más que ellos la repiten, aún no sé pronunciar. Me condujeron hasta aquí, clandestinamente, para que puediese, sin presiones de ningún tipo, con prestaciones de otra índole, y mientras no tuviese asegurado el contrato, ganar el suficiente dinero para pagar las deudas contraídas por lo que se hubo invertido en mí: pasajes de avión a Estados Unidos, a Europa, hospedaje en hoteles de primera; vestuario y joyas (que no conservo yo, sino ellos, como una forma de garantía); tramitación de inscripción en otros prestigiosos concursos; no promocionados públicamente, pues se realizan ante públicos especializados; experimentados en seleccionar lo más virginal y tierno de la inagotable cantera de las juventudes del mundo. Su exquisita sensibilidad ha permitido a ellos, descubrir supermodelos, incluso entre tribus del profundo Africa, el profundo Afganistán, o profundísimos tugurios del Brasil.

Como toda profesión, ésta tiene sus particulares seguros ante situaciones de crisis. Y también tiene su particular diversificación de actividades. En los breves momentos que me es permitido salir de este cuarto hacia el comedor del hotel, he podido observar que hay en el mismo gremio al que pertenezco, niños cuyo papel es el mismo que yo he venido desempeñando desde que las hadas me niegan la gracia de ganar otro concurso de alto nivel.

Este detalle de mi nueva condición, me irrita. Además del público debo servicios, a managers y fotógrafos, quienes están excentos de pagar, a pesar que sus exigencias suelen ser de lo más extravagante.

Mañana, cumpliré un mes de haber llegado a este país extraño, después de haber recorrido mucha Europa, aunque sólo he conocido de ella, sombras nocturnas y cuartos de hotel.
Esta vez ha habido alboroto por culpa de dos chicas. Querían regresar a su país. Según me pude enterar, está en las cercanías. Al parecer ántes formaban con éste, un sólo país. Esas chicas descontentas de no tener control de sus pasaportes, aprovecharon el manejo de ésta lengua y se fugaron hacia la estación de policía. Después vino el escándalo. Por suerte, el juez investigador, y el director del periódico, son clientes de este hotel. Según mi manager, todo se resolverá satisfactoriamente.

Sin embargo, no estoy dispuesta a esperar mi cumpleaños en estas condiciones. Quiero dormir y no despertar jamás. La bebida blanquesina que contiene esa copa sobre la mesa, me entregará en brazos de Morfeo de una vez y para siempre, dentro de unos instantes.

Ya lo tengo decidido. Me conozco suficiente. No daré marcha atrás. He corrido el pestillo de la puerta para que mi manager no pueda interrumpir este rito íntimo y liberador. Es mi deseo llevarlo a cabo después de escribir esta carta.

No sé exactamente si hay un propósito al escribirla. No es denuncia, ni traición. Lo actuado por mí ha sido por convicción propia. Sólo quise vivir lo que me deparaba el destino. Talvez sea sólo intención de dejar una leve huella al partir, o que el reflejo de justificar la propia razón de ser, acompaña a las personas hasta los últimos segundos de su existencia.

Escuché muchas veces el concepto de enfermedad venérea desde la difusa lejanía; hasta que vino a mí, a darme esta sensación de podredumbre y asco hacia mi propio cuerpo. Talvez sea ésto lo que me lleva a tomar esta decisión que es irreversible. No sé…

Reconozco. Todo bregar a una meta requiere de sacrificios. Nunca conocí otras perspectivas de la entrega, y de complacer, que como herramientas de trabajo.

El día que entregué la virginidad fue un día extraordinario sólo porque fue mi debut en ésta que creí eventual ocupación, y aquél que podría haber sido mi abuelo había pagado por ello una cantidad exuberante, no a mí, claro!, sino a mi manager. Aunque la cantidad pagada no sirvió para dotarle una erección suficiente.

Ni siquiera me motivó alguna lujuria, todo ha sido un oficio, no otra cosa, y talvez una vía de pertenencia a lo que para cierto escritor cuyo nombre he olvidado sólo es "la comedia humana" …
Y basta!… Ahora coloco ante mí esta copa, lúgubre pero liberadora, la tomo firmemente por el cáliz y tan sólo un segundo antes de este amargo brindis definitivo, estampo para quien quiera tomarlo, este último adiós….

En su línea investigativa, el destino de Slavko Multinovik no era, sin embargo, Vejer de la Frontera. Se dirigía a un país latinoamericano que me abstengo de mentar para no herir susceptibilidades patrióticas. Y fue sincero. No buscaba resolver un crimen, sino escribir un sonado reportaje para optar al premio anual de periodismo.