viernes, 15 de mayo de 2009

Subasta

Se sirvieron sendos vasos de wiskey. Eran mentes asombrosas. Ambos socios se complacían en mostrar reciprocamente, un perfecto dominio mnemotécnico de el decurso de los índices del mercado financiero, y las fluctuaciones del mercado de futuros. A ratos hablaban en ingles, a ratos en francés, y salpicaban lo conversado unas veces con imprecaciones hebreas, otras veces con imprecaciones árabes. La crisis era profunda, pero ellos pertenecían a los que tienen la zartén por el mango. No sin cinismo, se sabían de antemano, salvados. Bebían y chasqueaban la lengua pensativos frente a los troncos que se quemaban en la chimenea. Buscaban nuevos argumentos en los laberintos de sus respectivas mentes. Estaban, más que asustados, indignados.

El bandido Cao Ming Hao, casi había logrado secuestrar las dos piezas de bronce macizo valoradas en treintidós millones de euros, precio de salida, que ellos habían sacado a subasta, de la millardaria colección del difunto magnate, por encargo de sus deudos. El mazo del subastador, cayó pesadamente sobre el atril ante la billonaria oferta de Ming Hao, que superó en más del doble la mejor de las pujas.
Por suerte, en el transcurso del finiquito, pudo ponerse en evidencia el plan del chino: poner manos sobre las piezas, y luego negarse a pagar. No logró apoderarse de ellas, pero sí logró colocarlas en el ojo de una disputa semilegal que las transformó en insubastables.

Había gran diferencia entre los hombres del wiskey, y Ming Hao, ellos sólo conocían el precio de salida de las enormes cabezas de bronce macizo. Hao sin embargo, conocía su historia.

En aquel tiempo no era sed de cocaina, sino sed de opio, que atomentaba a las potencias occidentales. En ésto, sobre la misma ruta de la seda, habría que trazar la ruta de la adormidera. Los extranjeros, actuaban coaligados.

En el terreno de las argucias, el emperador Qing actuaba astutamente. Se complació observando a los soldados occidentales acostumbrarse al consumo de resina de adormidera que mezclaban con tabaco. En el momento oportuno, decretó el emperador la prohibición de todo comercio de opio en todo sus territorios, y mandó confiscar los veintemil cargamentos de resina destinados a abastecer el mercado. En el martirio del síndrome de abstinencia, los extranjeros, pidieron humildemente al emperador, la legalización y el libre comercio del estupefaciente. A la negativa de Xianfen Qing, los europeos pasaron a la brutalidad.

Mediante ataque por sorpresa y se apoderaron de Guangzhou. El próximo paso fue el bombardeo naval de Hai He, en donde las defensas imperiales quedaron inutilizadas. Las fuerzas navales extranjeras se reagruparon en Hong Kong. Desde aquí lanzaron el indetenible desembarco de Pei Tang, y el devastador ataque terrestre sobre Ta Ku. Desde aquí, la ruta hacia Pekín quedó espedita. Hacia allá marcharon los extranjeros y se atrincheraron ante la gran puerta oriental el veintiseis de septiembre. El seis de octubre irrumpieron hasta el centro de la gran plaza de la ciudad prohibida. Xiangfeng Qin había escapado por la gran puerta de los leones hacia Chengde.

En el centro de la gran plaza celestial, formaron los invasores a los funcionarios y sirvientes de todo rango de la corte imperial que habían quedado. Uno a uno fueron interrogados minuciosamente con el auxilio de intérpretes traidores. Una sóla era la pregunta: en qué bodega están concentradas las veintemil cargas de resina confiscadas?

Antes de morir por las torturas, un eunuco quiso burlarse de ellos, expirando con un acertijo en los labios: ”…entre los primeros animales que acudieron al llanado del gran Buda, encontrareis vuestro destino…”.

En la lengua mandarín, el sustantivo `destino´, es sinónimo de`meta´, que significa `lo que se busca´.
Atando cabos, descubrieron los interrogadores que una alegoría de Buda y el zodíaco adornaba el jardín central de Yi He Yuán; y hacia allá se encaminaron.

El eunuco quiso decir que el destino de los invasores está entre los animales más despreciables, porque fueron la rata, el cerdo y la serpiente, los primeros que acudieron al llamado de Buda. Después de éstos, acudieron los otros nueve del zodíaco.

Saquearon los extranjeros el palacio de Yi He Yuán, y desmontaron pieza por pieza el enorme reloj de bronce del jardín central. El reloj es una enorme estatua de Buda, rodeada de doce cabezas animales. Son los animales que acudieron a su mandato en la hora decisiva. Cada una de esas cabezas de bronce macizo, marca una hora del día o de la noche, manando agua por el hocico. El flujo de agua va diminuyendo a medida que se extingue la hora marcada.

No encontraron los extranjeros ahí, ni su destino, ni su meta, ni lo que buscaban, pero el retirarse, dejaron en llamas el palacio y llevaron consigo las piezas del reloj de bronce, que después jugadas a los dados quedaron dispersadas por los cuatro rumbos del mundo occidental.

A la muerte de Chou en Lai, Li Ming Hao, padre de Cao Ming Hao, fue depurado de la Guardia Roja. Con gran peligro para su vida, se refugió entre los Taoifú, secta clandestina mezcla de confuncianismo y taoismo. Uno de sus dogmas místicos establece que una a una, las piezas del reloj de agua de Yi He Yuán, volverán a marcar las horas del día y de la noche en el sitio original de donde fueron desmanteladas. El día que eso suceda, será el verdadero despertar del gran dragón. Esta secta educó al jóven Cao Ming Hao. Cuando Deng Xiao Ping proclamó el principio: `Enriquecerse es glorioso´, Cao Ming se trasladó a Hong Kong, en donde en poco tiempo se hizo millardario como agente financiero.

Los hombres del wiskey que hablaban una mezcla de francés, inglés, árabe y hebreo ante la chimenea encendida, solían exagerar cuando un negocio no salía según lo calculado. En el limbo de la insubastabilidad, las piezas de bronce, que eran una cabeza de conejo y una cabeza de rata, dijo uno al otro: –Estamos arruinados!
–De ningún modo –respondió el otro–, aún tenemos en nuestro poder las gafas y las sandalias de Mahatma Gandhi!