martes, 9 de junio de 2009

Táctica

Tomó la palabra el emperador:

”Mayor peligro es la codicia de nuestros patricios que las hordas que nos asedian!
Los artesanos trabajaban día y noche, acuñando montañas de moneda sólo para pagar a los acreedores del Estado.
Tales acreedores ocupan asientos aquí mismo en el senado.
La plata sólo alcanzaba para bañar el bronce.
Los mercaderes replicaban elevando precios hacia el infinito.
Una carga de monedas por una hogaza de pan. Un odre de monedas para una túnica….Un carromato repleto por un techo precario.
Unicamente los patricios bebían vino.
El hambre aconsejaba rebelión a los ciudadanos….
Sólo la audacia de mi padre (putativo), que le condujo a las minas de plata de los britanos, pudo salvarnos del desastre….”

El senado aplaudió de pie. Después aprobó erigir una estatua al padre putativo del emperador, en Camulodunum, capital de los Trinovantes.

El presupuesto presentado para construír el pedestal estaba notoriamente elevado, porque el subsuelo del sitio escogido por el gobernador era cenagoso. El presupuesto se aprobó. Razones de incumbencia sólamente para el ministro de obras, determinaron que el maestro a cargo del pedestal tuviera que proceder sólamente con la mitad de lo presupuestado; entregara la obra a tiempo; y no ha lugar a cambio de sitio.

Murió Prasutago, rey de los icenos. A Boadicea, su mujer, aliviaba la congoja, el hecho que por carecer de un hijo varón, el rey había nombrado heredero de su reino al emperador.

El emperado no era de compromisos con los débiles. Sus tropas se lanzaron a la rapiña. Incautaron las tierras, saquearon las propiedades, violaron las mujeres; incluso a la viuda del rey y a sus hijas. Desde entonces, la única razón de las hijas de Boadicea y de ella misma, fue combatir al ocupante. Vencer o morir en el campo de batalla.

Sesionaba el consejo de Icenia. Habían dos tendencias. Una, la de imitar los métodos imperiales de guerra: dejar la familia en el hogar. Marchar al frente en formación legionaria, detrás de escudos tan grandes como la estatura de un hombre. Industrializar la elaboración de picas y espadas. Descartar a las mujeres como combatientes.

La otra tendencia, mayoritaria, consideraba indigno combatir de ese modo. El ánimo de las mujeres es necesario en el campo de batalla. Las familias deben asistir al combate en calidad de auxiliares. Cada combatiente deberá elaborar sus propias armas inspirado por el dios de la guerra. Evitar la indignidad de gruesas corazas y pesados escudos. Evitar la indignidad de combatir como un armadillo acorazado por los cuatro costados, como hacen las legiones imperiales.

Pidió Boadicea votar. Por la primera tendencia se oyó un murmullo desaprobatorio. Por la segunda, estalló un estruendo de voces y un bosque de picas alzadas.

Se oyó el tropel de un caballo. Era un heraldo trinovante llegado de Camulodunum. Se dirigió a Boadicea y dijo. –El gobernador y las legiones embarcaron hacia La Mona bajo la lluvia. Cesada la lluvia, la estatua estaba en el suelo!
La viuda del rey buscó los ojos de la hechicera. –Es el designio de los dioses; el augurio que esperábamos! –dijo.
De nuevo estalló el estruendo de voces y se alzaron las picas hacia arriba.

Sin pérdidad de tiempo bajaron los icenos hacia Camulodunum. Adelante marchaba una informe masa de infantería de breves escudos, y armas igeniosamente disímiles; algunas de ellas recién inventadas. Atrás de la infantería una inconcierta y grande agrupación de carros tirados por caballos. Eran carros de combate. El primero de ellos era conducido por Boadicea. Su hija mayor tripulaba como flechera. La menor como lancera. Atrás de los carros las mujeres, los niños y los viejos, a paso más lento marcaban el paso del resto.

Al alba, en el mismo orden que marchaban irrumpieron entre las defensas de Camulodunum. Llegado el sol al cenit toda construción imperial estaba en llamas; al caer la tarde, todo prisionero pasado a cuchillo.

Atendieron sus heridos, comieron, bebieron los icenos y durmieron entre las ruinas.

Al alba del día siguiente continuaron hacia el sur. El grueso avanzó sobre Londinium. Un tercio rodeó la ciudad a colocar una emboscada por la única ruta que accedía desde el sur. A la misma hora que era incendiada Londiniun, en la emboscada estaba siendo aniquilada la legión que acudía en auxilio.
Utilizaron la mísma táctica con idéntico resultado sobre Verulamium.

Volvió el gobernador a toda prisa con un ejército numeroso. Descifró que la meta de los rebeldes eran los asentamientos de la costa sur. Desembarcó. Colocó sus legiones a dos días de marcha sobre la ruta traída por el enemigo, a fin de descansar lo suficiente.
Los dioses favorecieron al gobernador. Lo colocaron sobre un paso obligado en forma de callejón de paredes escarpadas. Las paredes le protegían los flancos. Al extremo sur del callejón colocó, al centro la infantería; a ambos flancos la caballería, y se puso a esperar.

Aproximadas la huestes de Boadicea al extremo opuesto del paso, avanzaron dispuestas a arremeter en el mismo orden que marchaban.

Las líneas delanteras de las cohortes legionarias colocaron sus grandes escudos hacia los atacantes, borde con borde, formando una sola pared de cuyos intersticios, sobresalían largas picas afiladas; las líneas interiores colocaban los escudos sobre sus cabezas.

Lanzaron los icenos flechas y venablos sin concierto alguno. Las legiones lanzaban ordenadas andanadas a la voz de un centurión. Arremetieron en furiosa masa los icenos. Las picas legionarias eran largas, los escudos icenos, breves. La pimera oleada dejó la vida a los pies del borde delantero. Sucedió lo mismo con la segunda, la tercera, la cuarta ola de ataque….. Las legiones formaron en `cabeza de jabali´ para iniciar el contraataque. Se dió señal a la carga de caballería. La masa de atacantes era tres veces superior al número de legionarios. Retrocediendo en estampida los icenos, chocaron contra sus propios carros. Se formó el caos. En formación de `cabeza de jabalí´, avanzaron las legiones entre el caos, y comenzó la gran matanza.

Aquellos que sobrevivieron, entendieron la importancia decisiva, de la reacomodación de la táctica según las circunstancias.