lunes, 3 de agosto de 2009

Tenor

El sábado 27 de junio, luego de breve presentación que no se pudo entender dado el griterío de la gente, tomó el micrófono Fredy Amigo (el Gato). Hizo también una breve presentación del primer tema a interpretar. Tampoco se pudo entender porque el bullicio no amainaba. Resultaba inútil pedir silencio. Estábamos en pleno epicentro del `City Festival´, Västerås. El Gato lo sabía, no era la primera vez, así que sin más preámbulo dijo: –Música maestro!

Nos invadieron las notas de una música sinfónica que a excepción de los muy chicos, el público de más edad llevábamos aletargadas en algún lugar del subconsciente. En eso, irrumpe el Gato con `Oh sole mío´.

Es el `Sigma Torget´, plaza de unos setenta metros cuadrados, a cuyo extremo se ubica el escenario al aire libre, en donde ocurren los acontecimientos. Hay unas veinte bancas por delante.

La vocalización del Gato es poderosa. Cuando interpreta, a lo largo y ancho de Sigma Torget no penetra el bullicio del City Festival. Y no solo es potencia esa voz; es además timbre y armonía tal, que obliga a la gente de todas las edades que pretende pasar de largo, dirija la vista hacia el escenario, aminore la cadencia de sus pasos, se detenga, escuche; mejor dicho, disfrute; y por último decida ocupar un lugar en las amplias bancas frente al escenario.

Cualquiera de nosotros, simples mortales, puede cantar `Oh sole mío´ mientras friega la loza, pasa la aspiradora, o cuando se está duchando. Pero para interpretar `Oh sole mío´ y provocar que otro mortal se digne dedicar atención al que canta, hay que tener una garganta divina.

Al inicio de esta canción, cuyas notas creó un ángel de la mitología italiana, las bancas frente al escenario de Sigma Torget en Västerås, estaban semivacías. Cuando en la nota final se elevaba el cantor impecablemente al altísimo, las bancas estaban repletas. Alrededor de esas bancas había público de todas las edades. Todos aplaudieron de pie.

Hay que decir que en el `City Festival de Västerås´ predomina abrumadoramente la cultura juvenil contemporánea. El resultado es que las presentaciones de los varios escenarios instalados, son como clones. Dada la monotonía que resulta, el público, adquiere la rutina de observar un acto, y luego circular, avanzar lentamente hasta el próximo escenario, y así, hasta que les invade el hambre y se sientan a comer en alguno de los restaurantes al aire libre.

Pero en Sigma Torget, el público que escuchó la primera interpretación del Gato Amigo, no circuló. Se quedó ahí, expectante de lo que habría de venir.
Y vino!

Agradeció el intérprete los aplausos; agradecimiento que pocos oyeron, porque cada vez que cesa una vocalización del Gato, vuelve a invadir el Sigma Torget el bullicio del festival.

Las interpretaciones del Amigo tienen un efecto rompedor sobre ese bullicio; como cuando la explosión de la dinamita rompe el aire o el agua que le rodea. Pasado el instante rompedor, ese aire o agua rotos, vuelven a ocupar el lugar que les robó el momentáneo estallido.

Volvió a decir el chileno: –Música maestro!–, para esta vez entonar `Por tí seré´. `Por tí seré´ es una clásica interpretación para gargantas privilegiadas como Pavarotti y María Callas (de grata recordación), Carreras, Plácido domingo o Sara Brightman.
A decir verdad, el Gato Amigo, no obstante sus humildes orígenes, demostró pertenecer al Olimpo de estos dioses, cuando al final de la interpretación, viejos, jóvenes y niños le aplaudieron, conmovidos, un minuto entero.

Luego vino `Granada´, sublime creación de un indio mexicano. Todo sueco devoto de España, cuando percibe esta canción perfectamete ejecutada, escucha con especial reverencia. Y como la ejecución del chileno en Sigma Torget, fue perfecta, fue también premiada con una emocionada salva de aplausos, vítores y olés.

No fueron pocos, los del público asistente, que fueron transportados hasta cierto nirvana cuando el Gato se adentró a la interpretación de `Con Te Partiré´; esa creación que inmortalizó a Andreas Boccelli y que sólo los ángeles son capaces de vocalizar.
Si esta vez hubo un lapsus entre el final de la interpretación y el cerrado aplauso, se debió únicamente a que el público estaba completamente arrobado.

Los restaurantes cercanos se paralizaron; los comenzales no comían, y los empleados no servían, para poder escuchar, atentamente, `Bésame mucho´ y `Nesum Dorma´.

El apoteosis vino al final de la actuación, y fue místico. Entre los acordes creados por Schubert, se introdujo el Gato, divinamente al Ave María.
En medio del mundanal ruido del City Festival vibró en Sigma Torget un ámbito celestial.

Había un grupo de niños de pie cerca del escenario, que miraban con asombro hacia el intérprete. Inconcientemente, trataban de imitar sus movimientos.

Una viejecita que estaba sentada a la par mía, al Ave María del Gato, hizo el intento de arrodillarse; la artritis se lo impidió; hizo una cruz sobre su pecho y lloró calladamente. Más allá, otra anciana se llevó ambas manos hacia el pecho y adoptó una actitud de oración.

Finalizada la actuación, había un tumulto, sobre todo de gentes mayores alrededor de Fredy, el Gato Amigo, para lograr de él un apretón de manos, un abrazo, un beso.
La viejecita que lloró a la par mía pugnaba por acercarse al héroe; la multitud se lo impedía. La tomé de la mano y le dije: –Ven, él es amigo mío, te lo voy a presentar–; me abrí paso con ella entre la multitud. Se abrazó a él. El Gato depositó un beso en su frente. La anciana besó mi mano diciendo: –Muchas gracias.

Una muchacha exuberante, de mirada y sonrisa luminosas, señalaba con entusiasmo hacia el intérprete. Impedida también por el tumulto, asechaba para poder abordarlo.
Me acerqué a él murmurándole al oído: –Cuidado con esa chica!

–No hay peligro –me dijo–, es mi hija!

Antes, el Gato se dedicaba a cantar rancheras mexicanas en aventurados aquelarres dionisíacos, hasta que un día, para alejarlo de peligros, le dijo su mamá: –Andái por ahí cantando puras huevaas! Pero si tú tenei voz de tenor…!!!