lunes, 23 de noviembre de 2009

Chicos de la unidad Alfa

I

D
e rodillas, Richard Maine, mal vestido y mal oliente, se empeñaba en recoger unas diminutas perlitas de debajo de una banca del parque Austin. Las colocaba, primorosamente en un papel para liar tabaco.

Se acercó a él otro hombre elegantemente vestido y dijo: –Richard Maine! Primo! Mi primo!

El interpelado levantó la vista, sonrió y volvió a lo suyo.

–No me reconoces?

–Cómo no reconocer tu nariz de Pinocho, primo David?

–No te alegras de verme?

–Cómo no me voy a alegrar? Pero es que necesito recuperar los diez dólares que he perdido debajo de esta maldita banca!

Se puso de pie. Se abrazaron.

–Despreocúpate de eso, aquí tienes cuarenta dólares, de parte mía –dijo, y le alargó un dinero– Mira! En esa planta trabajo yó. Qué te parece si nos encontramos mañana en este mismo lugar a la misma hora? Podría buscar una colocación para tí en la planta!

–Sí! Porqué No? Y gracias por el dinero!

Al día siguiente David esperó en vano. A la hora convenida Richard Maine dormía la mona en un bodegón abandonado. Se durmió prometiendo nunca más intentar liar un porro de crac al aire libre cuando soplara el viento.

Richard Maine había servido en la escuadra Alfa, pelotón Bravo, Batallón Charlie, Quinto regimiento, Primer Cuerpo Expedicionario.


II

En el receso que el juez del tribunal militar decidió a petición de la parte defensora, el capitán Jimmie Culp, abogado defensor del soldado James Barker, hace globos con su goma de mascar y ademanes de aburrimiento. Delibera con su defendido. Barker chupa un caramelo de palillo. A pesar de su mayoría de edad tiene rostro infantil y mirada angelical. Este, aprueba con movimientos de cabeza todo lo que Culp dice.

El capitán y abogado defensor intenta reunir los argumentos necesarios para comprobar que si los inculpados, después de los hechos que se les imputan y que ya han confesado, se dirigieron a su puesto de control para, inocentemente, asar alas de pollo, esto demuestra que los chicos de la unidad Alfa, en el fondo siguen siendo los serviciales boy scout de la infancia, y no los horrendos asesinos que en ellos quieren ver los enemigos de nuestro sistema de libertades.

El soldado James Barker (23 años) había sujetado de los brazos a Abir Kasim (catorce años) mientras el radista de la unidad Paul Cortez (23 años) la violaba. Después intercambiaron papeles. Cortez sujetó a la chica y Barker la violó.

Ambos han declarado previamente al juez, reconociendo el intento, pero creían no recordar que la violación hubiese sido consumada.

Mientras Barker y Cortez hacían lo suyo, el soldado Steven Green (21 años), se dirigió al dormitorio en donde mantenían cautiva al resto de la familia, padre madre y la hermana de seis años de Abir Kasim, acribillándolos con disparos de fusil AK 57, el fusil más efectivo del mundo para ejecuciones a corta distancia.

Acto seguido salió Green del dormitorio hacia la sala de estar y reclamó su turno en la violación de Abir.

Consumado su propio acto, y amarrádose que hubo los pantalones, tomó el mismo fusil AK 57 y colocó la trompetilla en el rostro de Abir, conminándola a que cesara de llorar. Como ella no cesara, le descerrajó un disparo entre los ojos. El resto de la escuadra observaba pasivamente.

Entrenados como estaban para borrar toda evidencia, olvidaron completamente, y así declararon ante el juez que ventilaba la causa, quién o quienes de ellos vertieron keroseno sobre el cadáver de Abir kasim y su familia, lo mismo que no recordaban absolutamente, quién de ellos encendió el cerillo.

Según la ley, si el imputado olvida los hechos, y no hay más testigos a los cuales recurrir, la acusación queda sin efecto; sobre todo si lo actuado se da en el marco de la defensa de las libertades y la democracia.

Es el suburbio oeste, ciudad Mahmudiya, treinta kilómetros al sur de Bagdad.

Los parientes de el soldado Steve Green son gentes influyentes. Green ha sido declarado perturbado mental, y expulsado del ejército, lo cual le ha impedido enfrentar la corte marcial que juzga a sus compañeros, en cambio enfrentará una corte federal que tenga jurisdicción sobre la ciudad donde reside en territorio norteamericano; y por lo que tampoco enfrentará cárcel si es encontrado culpable, en cambio sí, un hospital psiquiátrico.

En el mes de marzo del año 2006, el puesto de control de la escuadra Alfa, pelotón Bravo, Batallón Charlie, Quinto regimiento, Primer Cuerpo Expedicionario, hacía meses gozaba de una excepcional calma. Enfrentamientos y atentados insurgentes se concentraban de Bagdad hacia el noreste.

Los chicos de la unidad Alfa mataban el tedio con tragos de whisky, bebidas energéticas y pollo asado.

Fue así que saciados de hambre y sed, cinco de los miembros de la unidad, jugando golf en el área de recreo improvisada, experimentaron una vez más la frecuente sensación de ser ellos mismos, encarnación de figuras al interior de una ilimitada consola de videojuegos.

En consolas de videojuegos se habían preparado para esa guerra desde la temprana infancia.

Tenían meses de estar situados en el ojo del torbellino, pero nunca experimentaron hambre, ni sed, ni cansancio, ni contacto visual con el enemigo. Una esfera invisible les protegía de los disparos del adversario.

Las acciones trancurrían tal y como en las consolas de videojuegos: cacería de objetivos identificados previamente desde fuera del campo de batalla, los cuales al ser alcanzados se convertían en bolas de fuego diluidas en una atmósfera saturada de humo negro.

Prendió en ellos de ese modo la iniciativa sobre la que habían actuado en consecuencia, luego de lo cual, y por el tedio en que volvieron a caer después de los hechos, se dedicaron a jugar a las cartas y a asar alas de pollo, para saciar el hambre de una guerra situada entre el enfrentamiento real y la ilusión electrónica. Inmersos los chicos de la Unidad Alfa, en la pantalla de un videojuego tan grande como el Medio Oriente, o quizás tan grande como el mundo entero.