martes, 5 de mayo de 2009

Amalthea

Un luminoso y excepcional meteoro, de los muchos que suceden en el cosmos, tiende a exacerbar el espíritu de los hombres, y cuando quedan encendidas varias noches sucesivas a causa de un fenómeno, como el meteorito caido en la tundra de Tunguska el primero de julio de 1908, habría de exacerbar multiplicadamente los ánimos de quienes fueron testigos de ello. Los rompehuelgas que la patronal sueca contrataba desde Inglaterra, para liquidar las jornadas de lucha obrera que se sucedían unas tras otras, podrían haber visto en ese meteoro una estrella de oriente que les señalaba un rumbo promisorio.

Los jóvenes socialdemócratas de la corriente socialista que se reunían a discutir la coyuntura en los puntos de encuentro de Malmö, pudieron haber percibido en el fenómeno celeste, el incentivo anímico para actuar sin más dilación de tiempo, y se lanzaron a la lucha.

La situación era desesperante. No estaba activado algún fondo de huelga. Decenas de miles de obreros de la industria azucarera y obreros portuarios estaban en pie de lucha. Decenas de miles de obreros de la construcción estaban siendo despedidos. En una época en que no existe seguro de desempleo, ni ayuda social, la sola amenaza de desempleo es asunto de vida o muerte.

En las tertulias vespertinas de los jóvenes socialistas se había enfocado, desde inumerables ángulos, el fenómeno de la clase obrera transitando, según lo previsto por Carlos Marx, desde una conciencia de clase en si; hacia una conciencia de clase para si.

A pesar de su juventud, eran capaces los jóvenes socialistas, con ayuda de los más viejos, y algunos historiadores, de retroceder en el tiempo, por ejemplo hasta 1849, cuando la gran sequía encendió la lucha al final de la cual, ceden los terratenientes y campesinos con poder adquisitivo obtienen tierras.

La satisfacción de los nuevos propietarios de tierras, dura poco. Los grandes terratenientes introdujeron las primeras máquinas agrícolas. Los pequeños capesinos cuyas fuerzas productivas siguen siendo manuales, pierden la competencia.

La industria agrícola es inicio de acelerada e imparable industrialización de la economía y la sociedad, suecas. Sobrevienen, la industria maderera, la industria de extracción, la industria textil, la industria metalúrgica…. Entonces los campesinos arruinados, y los campesinos pobres que nunca accedieron a la tierra, se ven inexorablemente empujados a la condición de obreros industriales.

Igual que en el resto del mundo capitalista, las condiciones de trabajo, y las condiciones de existencia de los primeros obreros industriales eran espantosamente crueles. Los niños trabajaban codo a codo con los obreros adultos. No existía ni remota idea de la labor sindical. Se cumplían jormadas de hasta quince horas, en condiciones insalubres, sin ninguna protección o seguridad laboral, a cambio de salarios que apenas alcanzaban para la manutención del propio trabajador, y mucho menos para la manutención de su familia.

Pero la naturaleza del obrero es instintivamente emancipadora y rebelde. Sobrevino la primera huelga obrera en Suecia. La gran huelga de Sundsvall (1879).
En el marco de la crisis del comercio internacional, baja la demanda de madera. La industria mederera reacciona despidiendo obreros, reduciendo los sueldos a una mayor miseria, y exigiendo al Estado préstamo de tres millones. Baja la demanda de granos básicios entre los obreros. Los comerciantes y especuladores replican vendiendo los granos al mercado externo. Se elevan los precios a niveles inalcanzables…. Se dispara espontáneamente la gran rebelión.

Para no pocos, la gran huelga de Sundsvall marca el despertar de la clase obrera sueca a la conciencia para sí, pues la conmemoración del vigésimo aniversario de esta espontánea gesta, desembocó en una larga jornada de cuatro meses de lucha por la libre sindicalización que involucró decenas de miles de trabajadores de diversas ramas industriales.

Hubo al interior de los sindicatos formados al calor de la lucha, muchas penumbras que opacaban el rumbo a seguir. Entonces, como un cometa luminoso que alumbra el camino, recorre Suecia de norte a sur August Palm diciendo a los obreros: la lucha: clase contra clase; objetivo: el socialismo.

A la estela que dejaba August Palm tras de si, abrieron los ojos los mineros de Norberg. Se dieron cuenta que desde hacía mucho libraban dos luchas simultáneas: contra el invierno, y contra la voracidad de los patronos. El invierno no era tan cruel, como eran las miserables condiciones en que eran obligados a trabajar. Corría el invierno de 1891. La patronal de la industria minera anunció despidos y rebajas salariales. Estalló la rebelión en el interior de las minas. Las revueltas duraron un año completo. Los mineros no hubiesen resistido tanto, si las mujeres de Norberg, no se hubiesen hecho cargo de la logística alimentaria.

Al final los mineros de Norberg fueron derrotados, pero su heróico ejemplo sirvió de base para los debates analíticos que se sucedieron al interior de la socialdemocracia, y entre la corriente socialista. Los debates fueron intensos y prolongados. Concluyeron diez años más tarde: paso previo al socialismo es la Democracia.
El primero de abril de 1902, quincemil trabajadores marcharon en Estocolmo hacia la Casa del Pueblo. La lucha por la Democracia y el voto general, había estallado!

Esta contienda también fue ardua. Movilizaciones, cargas policiales, huelga general, desembocaron en prolongada lucha parlamentaria.

En el marco de esta dilatada lucha, la patronal portuaria, presumía haber encontrado la fórmula perfecta para liquidar la acción sindical de los obreros: importar rompehuelgas desde Inglaterra. Estalló el combate de los trabajadores portuarios de Malmö en contra de la artimaña patronal.

Rompehuelgas ingleses dormían en el buque Amalthea anclado en la bahía. Se unirían a otros que ya actuaban en tierra.
Se formó un espontáneo comando socialista. Anton Nilsson, Algot Rosberg y Alfred Stern. Fabricaron un potente artefacto dinamitero. En una lancha a remos alcanzaron su objetivo. Adhirieron el artefacto al casco del Amalthea. Activaron el encendido y se dieron a la fuga. Tras la explosión hubo un muerto entre los rompehuelgas. Nilsson y sus compañeros eran luchadores revolucionarios, no asesinos. Su objetivo era disuadir. No matar a nadie. Defender los intereses de la clase obrera y nada más.