jueves, 2 de abril de 2009

Oráculo

En aquel tiempo en que sectas endotéricas eran capaces de poner en jaque los valores ideológicos sustentados por el sistema y el Estado; de estas sectas, aquellos sacerdotes que alcanzaban el fanatismo místico eran elevados a la categoría de gurús, y los que caían en la locura eran elevados al rango de oráculos.

Estimulados adecuadamente con oro, plata, obras de arte, y cédulas hipotecarias a favor de la secta, los oráculos eran capaces de auscultar el futuro que el destino deparaba a los peregrinos que desde regiones remotas venían a estimular de ese modo sus propiedades de videntes.

(Los niños, los borrachos y los locos, son los únicos capaces de hablar con la verdad [dicho popular]).

Para el mejor desempeño de su función, la secta construía a los oráculos una especie de confesionario. En el confesionario había un reclinatorio en donde humildemente se prosternaban aquellas peregrinas almas, a la vez adineradas, poderosas y acongojadas que llegaban a consultarle.

En esos tiempos la conversación con el oráculo no era ágil y expedita como la que los pecadores de hoy hacen con su confesor en los confesionarios de las basílicas de las grandes ciudades, o de templos humildes de pueblos dispersos entre la topografía campesina.

A veces la sentencia del oráculo llegaba hacia el peticionario en forma escrita. Pero al leer el escrito, este peticionario no encontraba un mensaje claro y llano, sino un enigma que a su vez requería el concurso de otros sacerdotes, sabios, o generales de Estado Mayor para descifrar su contenido.

Otras veces la respuesta del oráculo llegaba en forma verbal. El consultante entonces (como el pecador de hoy día), estaba impedido de ver el rostro de su confesor. Para tal efecto, hábilmente se construía un conducto en forma de tubo hueco que desde algún recóndito lugar llegaba hasta el reclinatorio en donde se prosternaba el consultante. A través de ese conducto acústico se dejaba oír la voz del oráculo, que tampoco hablaba ágil y claramente.
Por el alma de ese tubo viajaba una voz como venida de ultratumba, que desgranaba igualmente enrevesados enigmas a grandes pausas; igual como conversa hoy día con sus consultantes el físico londinense Stephen Hawkin, quien impedido de hablar a causa de una severa enfermedad, lo hace mediante un sintetizador electrónico de voz a razón de una o dos palabras por minuto; y la complejidad y lo enigmático de lo expresado por Hawkin se presta a múltiples interpretaciones.

En aquel tiempo, adquirió fama la consulta que Herodes Antipas hizo al oráculo Urim, de lo cual sus asesores interpretaron que debería eliminar a todos los críos de Belén para asegurarse en el trono de rey de Israél.

Antes había sido la visita de Alejandro Magno al oráculo de Amón Ra, el cual le señaló los enemigos internos a eliminar, y la ruta a seguir hacia la India.

Mucho más antigua fue la desesperada consulta de Edipo al oráculo de Delfos, a fin de poner en claro lo que le deparaba su tormentoso y aciago destino.

Hoy día, igual que antaño, peregrinan los científicos del mundo a escuchar cada vez más ansiosamente lo que ha de revelar con su extraña voz y sus dilatadas pausas Stephen Hawkin, en respuesta a preguntas que estos peregrinos de hoy le han hecho llegar al físico londinenese con semanas de antelación.
Al decir de los que consultan de este modo a Hawkin, éste eminente físico cuyo cerebro es destruído lentamente cada día, por una Esclerosis Lateral Amiotrófica, tiene las exactas respuestas a las incógnitas que agobian en demasía a los científicos del mundo de hoy.

Y a pesar de su vastísima memoria y su profunda capacidad analítica, cada vez que concurren hasta Hawking los científicos del orbe, éstos le consultan una y otra vez las mismas cuestiones:

En donde comienza y en donde terminan el tiempo y el espacio…?

En qué momento y de qué modo se formó, y en qué momento y de qué modo acabará el universo del que somos parte…?

Es verosímil la afirmación que el capitalismo desregulado amenaza la catástrofe global…?

Cuál es el futuro y el destino del ser humano sobre la faz de la tierra…?

Y a los que peregrinan hasta Hawking, él siempre da las mismas respuestas mediante los mismos enigmas enunciados de diferente modo.

La última semana de septiembre del 2008, que el oráculo de Londres (como le llaman algunos irreverentes), estuvo en Santiago de Campostela, España, en donde había citado a sus peregrinos, una vez más, Stephen Hawking volvió a responder:

El tiempo y el espacio son finitos. Estos no pueden existir más allá del universo. El universo también es finito, pero no tiene límites.
Según la mentalidad humana hay dos opciones en disyuntiva: el universo y el hombre son producto de una voluntad divina, o son consecuencia de un proceso natural. `Yo estoy´ dijo, `por esta segunda opción´

La ciencia está próxima a demostrar, dijo, que el principio y el final de universo es un Bing Bang.

De no cambiar el rumbo de la actividad y la mentalidad de los hombres en el planeta tierra, agregó, será muy difícil evitar la catástrofe ecológica global, de aquí a unos cien años. Y si antes de la catástrofe se ha logrado descifrar y manipular a cabalidad el genoma humano; entonces los científicos crearán in vitro, al hombre perfecto, el superhombre, incapaz incluso de enfermar, envejecer y morir. Pero una vez surgido el superhombre, y en el marco de la catástrofe ecológica global, entrará éste en conflicto con los simples y defectuosos mortales que hicieron posible su existencia; entonces construirá el superhombre una estación espacial que le permitirá vivir en el cosmos por tiempo indefinido. Mientras tanto en la tierra, si los simples mortales no perecen a causa de los venenos industriales liberados y el desastre global, habrán retrocedidos a la edad de piedra, incapaces de sospechar sus orígenes y su historia pasada.
Tampoco el superhombre será eterno. Existirá hasta el día en que una lluvia de meteoritos destruya su estación espacial.
Hemos dicho ya que los enigmas del `oráculo de Londres´ se prestan a múltiples interpretaciones. El destino de los hombres, según una de éstas interpretaciones, se cumpliría de tal ominosa manera, sólo y únicamente, en caso que éstos no rectifiquen su recalcitrante mentalidad capitalista, de irregulada industria, irregulada economía y cero solidaridad.

lunes, 30 de marzo de 2009

Verdades y mitos del Valle de Las Hamacas

(a Lena y Marzia)

Hago un ejercicio de concentración, para rememorar datos de Don Santiago Ibarberena, y me invade la mente una nebulosa que ensombrece mis sentidos, dejándome a merced de las tinieblas. Busco en la lista de las bibliotecas; he buscado en Internet, y obtengo idénticos resultados.

A pesar de la monumental obra a dos tomos: ”Historia de El Salvador” escrita por este humanista cuscatleco (Cuscatlán o Valle de las Hamacas), –primera mitad del siglo pasado–; hemos llegado a los albores de la segunda década post acuerdos de paz; nos adentramos a pleno siglo XXI, y Don Santiago Ibarberena, es todavía un ilustre desconocido en su propia tiera, en las aulas de Ciencias y Humanidades, en la red Internet, y en las bibliotecas del mundo.

La razón es controvertida, puesto que diecisiete años después, la potencialidad de los acuerdos de paz, apenas ha afectado -por no decir obviado totalmente-, la invalidez del sistema educativo vigente en el Pulgarcito de las Américas.

La causa, intuyo, es que don Santiago, fue un científico auténtico, a quien le tocó vivir la consolidación de un ambiente político hostil y autoritario, estilo y método de la clase política, en la que la labor científica es considerada subversiva, cuando no está bajo la tutela del establecimiento. Hablamos de una voluminosa obra maestra de historia natural y social, en la que Centroamérica y El Salvador son analizados desde el ángulo de sus épocas geológicas originarias, mediante un vigoroso método dialéctico, que oscila entre la generalidad de la geología universal, hasta la particularidad de la geología salvadoreña; y desde la particularidad de la socio-geografía salvadoreña, hasta la generalidad de su potencialidad histórica.

Una era antes de la última glaciación, los océanos se unían a nivel de lo que es hoy el istmo centroamericano. La gran cuenca del Golfo de México ya existía producto del impacto de un cometa gigantesco sucedido una era aún más temprana. La geografía de lo que es hoy, de Guatemala, a Panamá, se fue levantando, desde el fondo del mar, producto de la acción volcánica y del choque de la placa Cocos , sustrato del Océano Pacífico; y la placa Caribe, sustrato del Océano Atlántico.

Cuando las primeras migraciones asiáticas que pasaron el estrecho de Bering alcanzaron la región centroamericana, ésta era ya tierra de lagos, y volcanes activos. Una geografía altamente sísmica, pero suelos de gran fértilidad, entonces los indetenibles nómadas, encontraron suficientes razones para invitarse al sedentarismo, estableciéndose allí las primeras comunidades pre-nahuas.

Otro embrión de civilización, desarrollo de medios de producción y de arquitectura mesoamericana, surgió en la región sur del Golfo de México, unos mil años antes de nuestra era, bajo la influencia de una posible corriente trans oceánica, semítica, llegada a la costa del Tehuantepec, probablemente, naufragada: los pre Olmecas, constructores de pirámides circulares. Más tarde y por la misma influencia, dió origen al período pre Maya, poco más al sur este de la cuenca del golfo.

En los albores del primer milenio de nuestra era, florece el primer imperio Maya y se detecta el inicio de la cultura Tolteca, al noreste del Valle Central, del istmo de Tehuantepec.

Poco después del breve, pero colosal paso de los Toltecas por la historia; en el Valle Central, custodiadas por las crestas nevadas del Popocatépetl y el Ixtaccihuatl, las ciudades blanqueadas de Texcoco y Tlacopan embellecen las orillas del Lago de las Garzas y los Tulipanes.

En el siglo XI de nuestra era, arriban al Valle Central, los Tenochca, que serán el nucleo de los futuros mexica (aztecas), de los que, en los albores de su establecimiento, se desprende Topiltzín Atzitl, con sus huestes, hacia el sur oeste, por la costanera del Pacífico, fundando los núcleos pipiles, cuyo desarrollo resulta en cieta simbiosis Maya-Nahua, hasta más allá del valle Cuscatlán o Valle de las Hamacas, bautizado así por los antepasados de Atlacatl el viejo, debido a las consecuencias derivadas de estar situado en línea recta del choque principal de las grandes placas tectónicas que se dá, a la breve distancia de un centenar de kilómetros mar adentro de la costa del Océano Pacífico, hacia donde iluminó las erupciones del Izalco, las noches de los navegantes pre mochicas, en su ruta hacia El Perú.

Lejos quedaban ya los fundamentos de la futura Tenochtitlán, que los mexica construían sobre chinampas en el centro del lago del Valle Central, cuando allá en el corazón del istmo de volcanes humeantes, el consejo de brujos de los núcleos pipiles, descubrió que en el principio de los tiempos, la región en la que un día se establecerían los pueblos regidos por la estirpe Atonatl (*), era una región oscura, por lo que el Nahuaqui, con un sólo puntapié hizo levantarse al volcán Izalco, y colocó en su cúspide una antorcha encendida. El estruendo fue terrible, tal que Jaigua, la que acumula las nubes en el cielo, del puro susto lloró copiosamente durante cuarenta días con sus noches. El llanto de Jaigua se remansó en el cráter Coatepec, formando ahí un hermoso lago, Poco más al este de esa región, y siempre siguiendo la costanera del Pacífico, con otros golpes de su pie, fue el Nahuaqui levantando una cadena de volcanes. Jaigua volvió a llorar. Esta vez su llanto se remansó en el crater Ilopango, en el propio corazón del Valle Cuscatlán. El valle Cuscatlán fue dispuesto por Tloque Nahuaqui, el supremo hacedor, sobre un tejido de hamacas, para que los hombres y mujeres de la estirpe de Atlacatl, rindieran culto permanentemente a Tezcatlipoca, el señor del más allá y de las grandes cavernas subterráneas.


(*) Hay quien postula que Atlacatl como Atonatl no es una individualidad, sino una estirpe de gobernantes pipiles. Atonatl el joven, heredero de Atonatl el viejo, indignado porque sus combatientes retrocedían ante la caballería de Pedro de Alvarado; él mismo al frente de un puñado de valientes acometió, clavando con su lanza la pierna del conquistador a su caballo, en la memorable batalla de Tacutxcatl, a orillas del Zenzunapán.