lunes, 26 de enero de 2009

La reunión


Se que los parientes de Feliciano Ama, existen todavía en diferentes poblados de Sonsonate. Uno que otro joven migrado a Estados Unidos, dice también pertenecer a esta estirpe. Los parientes de Feliciano Ama cuentan una historia muy diferente. Y sin embargo quiero dar a conocer el relato que sigue, no por su valor histórico, sino por su valor literario, que capté de Norberto Baires, quien estudiando antropología en la universidad de México cayó en garras de la esquizofrenia. Mi decisión sigue la huella al dicho popular que afirma que, los niños, los borrachos y los esquizofrénicos, son los únicos capaces de decir la verdad.

Muchas gavillas de años antes de Cristobal Colón, el parentesco de los Amatl heredó ese apelativo de Chichimecatli Amatl, a quien se atribuyó el descubrimiento de la industria del pergamino vegetal, creador además, por ello, de cierta mística simbiótica entre los artesanos de esa industria y los bosques de Amatl, mística a que indujo a su familia. Esta familia llegó a ser tronco vasto y robusto, a semejanza de esos árboles sagrados, de cuya corteza se procesaban los pergaminos que un tiempo estuvieron destinados a albergar en ellos los acontecimientos y los días, de los descendientes de la estirpe de Quetzaolcoatl, el "Serpiente con Plumas de Quetzal", quien fue erigido a tutor de la moral de los arquitectos de la ciudad de los gigantes, al final de la primera era de los Toltecas.

En la era que nos ha tocado vivir, bien entrado el siglo pasado, Tuxil Amatl, el más viejo de esa rama pipil, habitantes de la zona occidental de la costa del bálsamo, padre de numerosa prole de indios de tierras ejidales, abuelo de jornaleros sin tierra, se dice, fue el primero de los Amatl, obligado por el obispo que ejercía la diócesis que incluía de Sensunapán a la costa, a eliminar el morfonema ”tl” de su apellido Nahua, para castellanizarlo a Ama, por lo que Feliciano, nació en la segunda generación de los Ama, más castellanos ortográficamente, y en cuyas venas seguía corriendo ininterrupto y vigoroso, el torrente de los primeros Amatl, antiguos herederos de las enseñanzas de Quetzalcoatl. La coacción del obispo, debíase a los vericuetos de la inquisitoría de la época, que pretendía dificultar la toma de contacto que los sobrevivientes de los rebeldes nonualcos buscaban, con los tatas pipiles, para que el fuego de la rebelión, siguiera ardiendo, aún posteriormente a la derrota que desde yá, se había considerado indefinitiva.

Muchos años después que Anastacio Aquino, caudillo, fuera conducido al patíbulo al interior de una jaula de hierro que escupían y pateaban gentes de buen vestir, propietarios de vastas tierras y palacetes principales de Zacatecoluca y San Vicente; Serafín Tempisque, perteneciente a la segunda generación posterior a la gran rebelión de los nonualcos, fue el único representante de los sobrevivientes que logró enlazar con los pipiles del occidente y pudo relatar para ellos las vicisitudes de las tomas de las cabeceras departamentales, antes mencionadas, el asalto de las respectivas guarniciones militares; después de ello, el repliegue, la traición, el drama de las últimas horas de resistencia en el cerro Tacuazín, y les transmitió oralmente, palabra por palabra, el espíritu de la proclama libertaria de Anastacio Aquino, en donde se anunciaba el fin de la esclavitud; un futuro luminoso para la indiada, tierra para el que la trabaja. Tales fueron los hechos históricos con que la mente de el joven Feliciano Ama, se nutrió, durante las vigilias secretas que los que se intuían de la estirpe de Atonal, (flechador de Pedro de Alvarado y súbdito de Atlacatl) celebraban en la entrañas del manglar, las noches señaladas en el calendario que transmitían por tradición oral, los tatas más viejos de las familias pipiles.

Años más tarde, al pié del volcán Izalco, junto con otros contertulios que habían optado por dar el salto de la teoría a la práctica, sentados alrededor de una fogata, en la que tostaban tortillas de maíz y asaban camarones sacados allí mismo, de los manantiales de Caluco, Feliciano Ama y Farabundo Martí se reconocieron el uno al otro, en el tono cobrizo, en la mirada azabache y en la mutua previsión de la existencia de un camino hacia la emancipación definitiva de los pobres y la reconciliación de las razas del mundo, como lo habían previsto los viejos intérpretes de el "Serpiente con Plumas de Quetzal".

Durante la conversación, Feliciano Ama se dió cuenta que las enmarañadas predicciones de los patriarcas pipiles se veían cada vez más probables. La doctrina de Quetzalcoatl, sólo adquiría nuevas formas en cada una de las eras de la humanidad, pero conservaba su escencia que, en ese momento se revelaba consustancial con la revolución francesa de 1789, así como lo había expuesto Mario Zapata: ”libertad,igualdad, solidaridad"; radical y popular como la revolución rusa de 1917 según lo deducido por Modesto Ramírez. ”Sólo el pueblo salva al pueblo!”, acotó exactamente Alfonso Luna.

La noche de ese día en que, habían los contertulios agotado el tema de "El Materialismo Dialéctico e Histórico", durante el sueño le fue revelado a Feliciano Ama, que la tabla mágica para preguntar a los espíritus sobre el futuro de los pueblos, era ni más ni menos que una solemne estafa. Al amanecer de el nuevo día, en base a lo discutido, llegó a la conclusión que el último capítulo de la guerra con que los terratenientes despojaban a los indios de sus últimas tierras, había comenzado con el anterior presidente Tomás Regalado, quien ordenaba a los notarios escriturar la tierra de los indios a favor de parientes y amigos; y esa guerra se había recrudecido, el día que el subsecuente presidente Carlos Meléndez había envenenado a su huésped, Patricio Shupán, cacique de Izalco, durante un almuerzo al que Shupán había sido convidado "para concertar acuerdos de paz". Feliciano Ama, terminó con ese razonamiento la jornada de discusiones que habían durado un par de días.

Francisco Sánchez se dijo de acuerdo, punto por punto. Farabundo Martí por su parte, se mostró convencido que las masas indígeno campesinas en El Salvador, habían madurado lo suficiente para avanzar en pos de las riendas de su propio destino; que la alianza obrero campesina era posible; que estaba al alcance de la mano.

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