jueves, 19 de febrero de 2009

Las guacalchías

Parecen parientes del gorrión. Inteligentes, terriblemente precoces. Hacen sus nidos con desechos provenientes de la naturaleza misma y con desechos salidos de las casas de los campesinos. De este modo las guacalchías parasitan al ser humano. Necesitan habitar los alrededores de donde habita el hombre. En la migrancia del campo a la ciudad, siguen al hombre las guacalchías hasta las zonas suburbanas en donde regocijan en los basurales, fascinadas por retazos de trapos, trozos de hilos, plumas de otros pájaros, copos de algodón, materiales sintéticos…, que utilizan para construír sus nidos que finalmente quedan extrañamente abigarrados de basuras diversas.

Su plumaje es tono amantequillado, y la cabeza marrón oscuro. El marrón de la cabeza baja listado por la espalda, hasta el timón.

Antes de Pedro de Alvarado, por donde quiera que iba Tlazolteótl( 1*) , (la que come inmundicies), le acompañaba una corte de fieras y pajarracos diversos dispuestos en círculos concéntricos de los cuales, el centro, ocupaban el zopilote, el coyote, y el cuervo. Las guacalchías ocupaban la periferia de los cortesanos de la diosa comedora de suciedades, reina de los basurales. Los pueblos nahuas desconfiaban de las guacalchías, por parlanchinas, alborotadoras y burlescas.

Aprovechan su vuelo versátil, para espiar a la gente hasta en sus actitudes más íntimas, y arman en las situaciones, para ellas jocosas, un alboroto muy grande, similar al que podría armar una pandilla de rufianes en una calle sin ley, acosando a los transeuntes con estridentes carcajadas. El objetivo preferido de estos menudos pajarracos son las mozuelas y las mujeres hermosas, pero en general se burlan de todos los seres humanos sin distingo.

Si sorprenden a alguna mozuela en su desnudez, arman un bullicioso caos con el objeto de avergonzarla. Otras veces al efebo, al mozo, al viejo o a la vieja. Tenaces las precoces en su vandálica labor, organizan sus chillidos a manera de dos o tres voces de un fatídico coro, para repetir; unas, burlas semejantes a consignas de una barra profesional de agitadores; otras, formando un marco de risas desaforadas, aparentemente caóticas, y sin embargo perfectamente armonizadas.

Los viejos de raigambre indígena, mientras se dejan marchitar por el paso del tiempo, meditan sobre lo que va desapareciendo en la ruta que lleva el que fue jardín de Cuscatlán; la debacle ecológica a que le empuja la `era post Pedro de Alvarado´(2*). Opinan que la precocidad de las dichas aves es tal que igual que los indios, ellas también olvidaron su lengua materna y aprendieron a hablar español. Otros de esos viejos, opinan que las guacalchías son bilingües y su propio lenguaje es precolombino. Ambas tendencias coinciden en que si bien no son exactamente pájaros de mal agüero, sí se les considera entrometidas y peligrosamente indiscretas, generadoras de mortales rencillas entre los humanos.

A las niñas que juguetean en los ríos, las guacalchías suelen lanzar comentarios mordaces. La inocencia impide, sin embargo, a las chicas entender qué es lo que las guacalchías quieren decir. A veces les gritan entre carcajadas: -ja ja ja ja ja já! Chichitas de jocote! Chichitas de jocote! Chichitas de jocote ja ja ja ja ja já !.

O las increpan del siguiente modo: -mirá, mirá, mirá… Chichitas de jícama! Chichitas de jícama! Chichitas de jícama! Ja ja ja ja ja já!

A un gañan pendenciero, para mortificarlo, las guacalchías pueden espetar: -ja ja ja ja ja já! Jodió jodió jodió! Pijita chiquita! Pijita chiquita! Pijita chiquita! Jodió jodió jodió!… Pijita chiquita ja ja ja ja ja já! Jodió jodió jodió!

Otras veces puede acosar una vieja, de la siguiente manera: -ja ja ja ja ja já! Jodió jodió jodió! Vieja chiches de paste! Vieja chiches de paste! Vieja chiches de paste! Mirá mirá mirá… ja ja ja ja ja já! Jodió jodió jodió!

El "nene Godoy" se ahorcó, quizá no atormentado, pero sí mortificado, por haber participado en el tormento y muerte que los escuadrones de la muerte dieran al matemático Gilberto Baires –ex alumno de la Universidad de la Sorbona-.
Le decomisaron a Godoy las armas que portaba y suspendido el sueldo, por frecuentemente escandalizar, ametrallando con un fusil G-3 toda bandada de guacalchías que se cruzaba a su paso.
Las parlanchinas alertaban su presencia chillando: -Mirá que cabrón! Mirá que cabrón Mirá que cabrón!…. -luego de una breve pausa en que parecían ordenar el coro, los pájaros soltaban sus voces al unísono-: Cerote maldito! Cerote maldito! Cerote maldito! Ja ja ja já ja já! Cerote maldito! Cerote maldito! Mirá que cabrón! Mirá que cabrón! Mirá que cabrón! Ja ja ja ja ja já!

El mentor de "el nene Godoy", sin embargo, el viejo Ulf Hermman quien erraba por el mundo desde que las tropas soviéticas entraron en Berlín, y quien desapareció de El Salvador desde que sus aberraciones homosexuales y pedofílicas causaron escándalo entre sus mismos protectores, parecía afectarle en nada que las guacalchías cada vez que se aventuraba él a las afueras del perímetro urbano le acosaban en corro: -Mirá mirá mirá! Que viejo culero! Que viejo culero! Que viejo culero! Jodió, jodió, jodió! Que viejo culero! Que viejo culero! Ja ja ja ja ja já! Jodió, jodió, jodió!

El viejo militante de las juventudes hitlerianas, se desatendía por completo de tal acoso, talvez por no dominar el caló de las parlanchinas, sin embargo los pobladores más precavidos, prevenían a sus hijos menores a mantenerse alejados de el viejo Ulf Hermman, cuyo rostro bonachón de ojos azules, atraía especialmente a los niños de corta edad.

Tlazolteótl, la diosa que come inmundicias aún protege a las guacalchías, sus cortesanas, provocando paperas a todo aquel que ose hostilizarlas lanzándoles pedradas.

Según la tradición defendida por las viejas indígenas, la misión de estas aves es poner en evidencia a las muchachas y los mancebos que sucumbiendo a la tentación de la carne, a los embates de la líbido; se han entregado de lleno a los escarceos amorosos. A según, cuando el muchacho o la muchacha ha perdido la virginidad, es cuando sus oídos se abren a entender los burlescos versos de las guacalchías.

Cuando descubren una pareja en el acto del amor, generalmente estos pajarracos observan y murmuran muy quedamente. Es hasta después de la consumación del hecho, cuando las parlanchinas avecillas estallan en estruendosas carcajadas, ordenando a la vez su coro para chillar: -Ja ja ja ja ja já! Mirá mirá mirá…Culióco nelcúlo! Culióco nelcúlo!Culióco nelcúlo! Ja ja ja já ja já! Culióco nelcúlo! Culióco nelcúlo! Culióco nelcúlo! Mirá mirá mirá! …Já ja ja ja já já!

Esa burleta, para dos amantes sorprendidos en el acto, podría causar el mismo efecto de la voz que oyeron Adán y Eva aquel aciago momento, y que les interrogó: -Qué habeis hecho? Acaso habéis comido del fruto prohibido? Tal efecto podría ser mayor en los amantes cuyo acto es ilícito. El hecho es que perdida la virginidad de la carne se pierde además la virginidad del oído; entonces se es sensible a las mordaces voces de estos pájaros.
Cuando presa de indignación un muchacho o una muchacha lanza piedras a las guacalchías, los viejos más viejos de los pobladores que conservan aún algunos retazos de sabiduría nahua, sonríen maliciosamente, sabedores de lo que se trata, y sabedores que al hechor le atacarán las paperas.

Allá en el Plan del Pito, Ernestina Manrique vio rondar al gañán Lino Garay, atisbando sospechosamente hacia adentro de su humilde casa; luego se situó el chabacán a una distancia prudente y lanzaba silbidos prolongados y espaciados, aparentemente, al aire. Quiso alertar a Rosalba, su hija, por si el gañán pretendía robar alguna gallina, pero se dio cuenta que Rosalba no estaba en casa. Volvió la vista hacia donde se situaba el intruso, pero éste había desaparecido. Mas tarde, poco antes que cayera el atardecido, mientras costuraba unos trapitos, Ernestina observó que llegaba Rosalba de la calle.

Abatida por la crónica crisis de la economía, la única hija de Ernestina estaba ya pasándose de madura, a tal grado que el vestido que utilizaba parecía haber sido confeccionado para una talla menor, y la turgencia de sus pechos amenazaba vencer unas costuras cada vez más precarias. Rollizos y bronceados muslos sobresalían poderosamente bajo los pliegues de su falda que ya no tenía ruedo, y se movían al caminar, con el nervio de las potrancas de paso fino.

Ernestina la vió agitada, tomándose el pelo entre ambas manos para colocarse un prendedor. Rosalba se dirigió directamente al lavadero de los trastos de cocina que estaba colocado en el pequeño patio de la casa, cerca de un limonero y una mata de izote, con intención de poner mano a la tarea que tenía pendiente. La escena era de lo más normal, porque Ernestina estaba acostumbrada a que Rosalba fuera por allí a cuchichear con las amigas antes de lavar los trastos de cocina. Pero ese día en ese escenario de todos los días, hubo un entreacto tan inesperado como novedoso. Por lanzar una piedra hacia las ramas del limonero, Rosalba perdió el equilibrio y en eso, golpeó con el brazo el montón de trastos que estaban acumulados. Éstos cayeron al suelo con gran estruendo.

-Que hacés muchacha!? -le gritó Ernestina desde la ventana.
-Es que esos pájaros malditos están diciendo vulgaridades enfrente de mí, allí en el limonero! -le contestó Rosalba mientras recogía los trastos.
-Qué pájaros?
-Esas guacalchías hijas de puta! -contestó.

Ernestina asomó la cabeza por la ventana. Alcanzó a oír a la parva de guacalchías revoloteando sobre el limonero carcajeándose a todo pulmón: -Culióco nelcúlo!Já ja ja ja já! Culióco nelcúlo! Mirá mirá mirá! Culióco nelcúlo! Ja ja ja ja já!….

Asomaron grandes lágrimas a los ojos de la mamá de la chica, y rodaron sobre sus mejillas. Se interrogó, qué hubiera pasado si Cresencio, el padre de Rosalba estuviese vivo? Seguramente hubiese agarrado el machete para ir en busca del autor de la deshonra! Pero ella Ernestina tenía otra psicología, la psicología femenina, más solidaria con las debilidades de la carne; lo que verdaderamente le preocupaba era que muy pronto quedaría sola, enmedio de la gran pobreza, en aquella humilde casita del Plan del pito, y la vejez cada vez más inexorable y despiadada, tan despiadada como la era del `gobierno de los mercaderes venidos allende de la mar´(2*).

-No me perdonarán que no haya cotizado nunca al Fondo de Pensiones! -decía para sus adentros, mientras se secaba las lágrimas con la punta del delantal. En un intento por consolarse, seguidamente razonaba: -De todas maneras en el momento menos pensado banqueros y políticos roban a lo descarado y dejan a los cotizantes silbando en la loma…!

Le invadía una sensación de animal acorralado que le empujaba peligrosamente a incoherencies de la mente. Las incoherencies le hacían olvidar el rosario de letanías que había aprendido desde su temprana juventud. Comenzaba a rezar las letanías y de pronto se le olvidaban. En ese vacío, suspiraba y tarareaba entre dientes, la misma tonada que había aprendido de su abuela:…-Cuando yo me muera quién me enterrará? Solo las hermanas de la caridá…!

Terminada la labor de lavar los trastos, entró Rosalba diciendo: -Ay mamá, me duele la garganta, creo que me van a dar paperas!(3*).



(1*) En aquel tiempo, apiadose Tlazolteótl de los nahuas, que peligraban perecer sepultados por las propias excresencias que producían en su vida cotidiana. Entonces decidió la diosa alimentarse de las inmundicies que se acumulaban en los alrededores de los poblados nahuas, para que éstos a continuación, cultivaran los hábitos de higiene y la profilaxis social. Tiene Tlazolteótl de corte y vasallos a todos los necrófagos y coprófagos de la naturaleza.

(2*) Ciertas versiones aseguran que videntes nahuas aún subsisten vagando sin rumbo, confundidos entre los indigentes del campo y la ciudad, o yaciendo en rincones olvidados del sistema penitenciario y de los hospitales psiquiátricos. Según ellos, la época comenzada con la llegada de Pedro de Alvarado, es llamada la "era de los gobiernos de los mercaderes venidos allende de la mar"
En ésta época, el que un día fuera valle de"Cuscatlán", jardín preferido de los dioses, después de múltiples y sucesivas crisis, caería finalmente en la debacle ecológica, víctima de la ambición desmedida de autoridades oligarquizadas, depredadoras, corruptas e incultas; cabalgarán sobre el ya marchito jardín de Tlaloc, los jinetes del apocalipsis, para dar paso a un desierto hostil habitado de alimañas venenosas.
Ésto si no antes, una reacción generalizada absolutamente de todo hombre mujer y niño, sin excepción alguna, coordinadamente, de buena fe y sin hipocresías políticas de ninguna clase, es capaz de evitar el desastre.

(3*) ”Paperas” es otra forma de nombrar la Amigdalitis, que en los territorios donde ejerce su influencia la diosa Tlazolteótl, ataca despiadadamente a quien lanza piedras o insulta a las guacalchías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario