miércoles, 8 de abril de 2009

La factura

Llegado el tiempo de las mayores cotas de produccción agropecuaria, y los silos y almacenes del mundo entero colmando hasta los bordes; entre las capas pobres de la población cundían revueltas y alzamientos a causa que no había suficiente que comer, y el agua potable era cada vez más inalcanzable.
El hambre y la sed, se hacían acompañar de todo tipo de dolencias y enfermedades inocuas para los estratos altos, pero mortales para los hambrientos y desnutridos.
El drama de la exacervada virulencia de los motines populares conmovió a los dirigentes de los ocho países más ricos del mundo, por lo que decidieron darse cita en un idílico rincón del imperio del sol naciente.
Se agregarían a las deliberaciones, las enigmáticas causas que yacen detrás de la destrucción de la naturaleza; la debacle que significa el encarecimiento de los derivados del petróleo.
Y por supuesto, como siempre, los grandes dirigentes aprovecharían la ocasión para el feliz finiquito de ciertos negocios que sólo pueden tratarse de tú a tú; asegurarse que los capitales acumulados duerman el inocente sueño de los paraísos fiscales; y que los exóticos tribunales internacionales se entretengan persiguiendo dictadorzuelos alrededor del mundo.
Llegaron a la cita de noche, con el objeto de comenzar el cónclave de tres días, temprano del día siguiente.
En cuanto el sol comenzó a sobresalir por la tenue línea del horizonte, los mandatarios abandonaron sus lechos, y luego de sus abluciones salieron a los jardines del espléndido alojamiento que les albergaba para disfrutar el paisaje matutino ofrecido por Tayako.
Estallaban los arbóreos ramajes en sonrosadas inflorescencias, y una caótica pero sublime sinfonía de pájaros acompañaba el discreto rumor de las abejorros que acudían puntualmente a la fecundación de los cerezos.
Besaba los límites del jardín un silencioso lago artificial, cuyas quietas aguas apenas eran rasgadas por una bandada de cisnes que parecían nadar al ritmo de las notas de un prodigioso violín que se escuchaba desde algún lugar etéreo de la lejanía.
A su regreso del paseo matinal, los poderosos líderes no se detuvieron en la sala de estar. El noticiero transmitido en televisor ahí colocado, daba cuenta del último de los cayucos que huían del hambre subsahariana, llegado a la costa de Almería, repleto de cadáveres y semicadáveres de hombres mujeres y niños. Eran escenas capaces de estropear el apetito a cualquiera.
Así pues que se dirigieron directamente al comedor en donde ya estaba tendida la mantelería sobre la mesa, y un pequeño pero eficaz ejército de jóvenes de ambos sexos, bellos y graciosos en completo silencio y con porte marcial les esperaba en perfecta formación, listos para colocar ágilmente sobre la mesa los manjares del desayuno.
Un vaso de zumo de cítricos cultivados en las estribaciones del monte Fuji, estaba colocado frente a cada asiento sobre las mesas largas, en número de cuatro dispuestas en cuadrángulo. Y mientras los ilustres comensales bebían a pausas y cuchicheaban con sus vecinos, silenciosamente los servidores ponían a su disposición pastelitos elaborados con harina de patatas frescas (traídas de Suecia, exprofeso). Los pastelitos estaban rellenos de caviar de esturiones de la península de Kamchatka. Servían mitades de tomates israelíes gratinadas al horno con polvo de pan francés y aceite de oliva virgen. Burbujas de zumo de remolachas con grosellas de Los Pirineos. Pastel tropical de queso con salsa de fruta de la pasión. Crème brulée de mango y mousse de plátano. Mitades de aguacates brasileños rellenos con crema de cantarellas y huevas de truchas del Canadá. Pan de calabacitas. Pastel de tres leches. Queso de almendras. Perritos calientes de carne de avestruz. Deditos de queso de los Alpes rellenos con jamón ibérico. Arepitas enrrolladas con huevos de faisán y carne de cerdo de la China. Tostadas francesas con miel de abejas bretonas. Patatas rellenas con paté de hígado de ternera y chorreadas con crema de champiñones….
Algunos de los mandatarios de los ocho países más poderosos del mundo bebieron té lanqués para culminar el desayuno; otros decidieron rematar con el aromático café salvaje de las montañas de la Abisinia.
Plenos, los magníficos comensales se dirigieron a los lavabos, y luego de sus abluciones pasaron al salón para dar inicio a la primera de las sesiones, objeto de la magna cita.
Dos horas más tarde sobrevino la obligada pausa de la merienda. Los atentos servidores iban y venían sirviendo, hilos de caramelo de aceite. Pastel de chocolate sin harina con coulis de frambuesa. Profiteroles Rellenos de Helado de vanilla cubiertos con salsa tibia de chocolate. Pastel de chocolate lava y helado de vainilla con nueces y pistacho. Cubiertos de calabaza. Manzanas encamisadas con ambrosía de polen de flores montañesas. Empanadas de vino o cerveza. Gelatina de durazno. Gelatina de piña. Gelatina de mango y manzana. Leche envinada. Leche quemada. Jalea de higo. Pastel volteado de piña. Rollos de guayaba … Y más café salvaje de las montañas abisinas; luego de lo cual se reanudaron las deliberaciones.
De este modo, alternado caminatas entre los cerezos en flor, sentadas en el comedor, y sentadas en el salón de sesiones se debatieron los problemas más acuciantes y críticos del planeta Tierra, que como cangrejos indóciles amenazan constantemente a escapar del recipiente en que están contenidos por la férrea voluntad de los más poderosos líderes mundiales.
Al final del tercer y último día de arduas deliberaciones, completamente agotados, al borde de la extenuación, decidieron los grandes dirigentes, recurrir al inextimable auxilio del cocinero Katushiro Namakura, para reponer drásticamente las energías gastadas en el supremo esfuerzo.
Así pues, que a la hora de la cena de esa última jornada de sesiones, el ilustre cocinero japonés inauguraba una ceremonia gastronómica propia del Olimpo.
Se abrió paso a un profuso desfile de aperitivos… Aceitunas aliñadas, bacalao deshebrado, anchoas con queso, boquerones en vinagre, cecina de león al aceite de piñones, croquetas de cigalas, mejillones en vinagre, champiñones al ajillo, mojamas con almendras y cebollas… Habían cinco generosas alternativas para rociar estos pequeños bocadillos…: Chivas Regal, Jack Daniels, Bourbon Four Roses, Ballantinés, y Sake proveniente de las bodegas imperiales…
Vinieron las entradas.
Adafina de dos carnes, albóndigas de manitas en salsa de trufas negras, caldereta de bonito, caracoles con ortigas, cazuela de verdinas con pato, solomillo de buey con setas y verduras, coliflor con bacalao, fabes con almejas, fabes con rabo de buey…
Hasta que por fin, los platos fuertes! Con lo cual se aconsejaron los vinos apropiados.
Château Lafitte, 1950. Château d’Yquem, 1955. Penfolds Grange Hermitage, 1960. Heval Blanc, 1960. Château Mouton-Rothschild, 1962. Inglenook Cabernet Sauvignon Napa Valley, 1964. Montrachet Domaine de la Romanée Conti, 1970. Romanée Conti, 1971. Romanée Conti, 1970. Chateau Petrus, 1972…
Fueron servidos ánades en pétalos de rosa; flor de calabacín rellena de salmón con sus huevas en crema agria; tournedós de cordero en milhojas de manzana; anguilas ahumadas en mostaza añeja y pistachos verdes; hígados grasos de ganso (foie gras) a la cebolla; paté de riñones y mollejas de cordero con guisantes; pato a la menta relleno de morcilla; langosta al chocolate y salsa de trufas blancas; pescado en salsa de mostaza; bistek a la romana en estofado de trufas negras; tortitas de papas con tocino; Lechón horneado en salsa de tomates; pastel de neonato de res en escabeche de ajo; molletes rellenos con puré de güicoy; coliflor al gratín; tomates rellenos con mozarella de leche de búfala…
En las olímpicas alturas, como el arma nuclear, o la informática, la gastronomía pertenece al culmen de la ciencia, la técnica y de las artes. Cada banquete es la apoteosis fugaz del disfrute, el placer del estómago, del poder y la política; de la concupiscencia de la economía. La evolución de la etiqueta. A ésta se debe el abandono del talante de Pantagruel, de permitirse encambio el consejo de Epicuro, para que no haya necesidad de recurrir a la antiestética de los vomitivos, como se estilaba en el imperio de los césares.
A diferencia de aquella época, hoy día el disfrute de un banquete a la altura de los estados más poderosos de la Tierra, tiene sus secretos. Más que comer se busca paladear lentamente cortada en finos retazos la brevedad de la parte esencial de cada manjar, y deglutir pausadamente esa parte esencial de manera que se deposite cuidadosa y ordenadamente, en un asimismo breve lugar de el saco estomacal, porque el arte consiste en, sin perderse uno sólo de los platos servidos, llegar indemne al feliz momento de los postres, los vinos y licores digestivos. Los comensales más poderosos del planeta conocen el secreto. Tienen harta experiencia. Hartas horas de vuelo en el dominio de este arte, y por eso trinchan y cortan cuidadosamente cada bocado, se lo llevan con absoluta delicadeza, cualquiera diría, ceremonialmente, a la boca, mastican místicamente y cruzan, mientras entornan los ojos, alguna leve frase con sus vecinos, a uno u otro lado del asiento, sobre un tema cualquiera, antes de pasar a la próxima vianda, haciendo a un lado el plato ya degustado, imperceptiblemente vacío, del cual han tomado con toda la etiqueta posible, estrictamente, aquella parte esencial.
Se dio paso a los postres.
Pastel de chocolate sin harina y coulis de frambuesa; pastel tropical de queso con salsa de fruta de la pasión; profiteroles rellenos de Helado de vanilla cubiertos con salsa tibia de chocolate; pastel de chocolate lava y helado de vainilla; crème brulée de mango; mousse de plátano y helado de nuez… A cada uno de éstos, tal y como lo demandan los reglamentos de la etiqueta y la alta gastronomía, corresponde un particular digestivo… Grand Marnie; Martell; Sambuca Nero; Baileys; Frangelico; C. de Mendoza; Gran Duque de Alba; Hennessy XO; Hennessy Paradis; Don Julio Real; Drambuie; Amaretto; Calvados Pays d’Auge…
El punto final fue elegible. Se podía poner tanto con el ambarino aroma de el té de las llanuras de Bengala, o con el negro café de las montañas del Yemén. Luego de los consabidos besos y abrazos, el cónclave de los mandatarios más poderosos del mundo y sus contados invitados llegó al final.
En realidad, el verdadero acto final sucede ante las cámaras y micrófonos de los medios de prensa y televisión.
Llegó entonces el momento de frente al nutrido y ansioso grupo de periodistas, declarar que no hubieron acuerdos, sólo recomendaciones.
Se recomendaba no dar crédito a la especie de que es la especulación financiera la causante de la crisis y de la carestía de los combustibles y de los alimentos. Por alguna razón que escapa a la comprensión humana, las verdaderas de estas causas, se mantienen aún en la categoría de lo enigmático e irreconocible.
En cuanto al medio ambiente, se dijo, sería inoficioso impulsar alguna medida concreta, pues no estaba científicamente comprobado que el trastorno climático mundial estuviese vinculado a la emisión de gases de efecto invernadero. Tampoco es fehaciente que la muerte de los ríos se deba a los residuos químicos que se vierten en sus aguas.
El mercado se rige por sus propias leyes inexplicables, se añadió. Por esta razón se dispuso, en el recién concluído cónclave, renunciar al vano intento de anteponer reglas al inexorable curso y brutal de la economía; sobre todo porque igualmente indemostrable es que la pobreza tenga algo que ver con el flujo o el reflujo de la oferta y la demanda.
Cada uno de los tres días que los mandatarios estuvieron reunidos, ochocientos sesentidós millones de personas de la población mundial se vieron impedidos de comer o de comer lo suficiente por razones de carestía y pobreza; veinticinco adultos murieron por inanición, y trecientos niños por la misma causa (datos recogidos en areas urbanas y semiurbanas accesibles. Los datos de las zonas más remotas del planeta no se conocen).
Los altos dirigentes no se explican porqué a pesar de los acuerdos tomados en citas anteriores, y a pesar de las extraordinarias cosechas de los últimos años, la pobreza y el hambre, en vez de reducir, aumentan en el mundo entero.
La imposibilidad de comprobar que el hambre esté relacionado con la utilización de gran porcentaje de las cosechas de cereales para fabricar combustibles de vehículos automotores, se declaró, fue el mayor obstáculo para que la cumbre culminara con alguna medida en concreto.
Finalmente se explicó que los trecientoscincuentiseismil trecientoscuarentiseis de euros que aparecen anotados ahí en donde hubiesen sido anotados los acuerdos, de haberse producido, no significan ningún presupuesto para alguna acción inicial. Esta anotación era la cuenta que hizo llegar la gerencia del hotel anfitrión, en concepto de factura.

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