jueves, 12 de noviembre de 2009

El chahuite


I

Los veteranos ex combatientes de las montañas de Olancho (Honduras), se vanaglorian que ejercen influencia ideológica sobre Coyote Cojo, desde el tiempo aquel que por avatares revolucionarios, pasó el referido Coyote, tres meses en el campamento `Papalón´, con la misión de sumarse al operativo `Garriadora I´, cuyo objetivo era, utilizando la táctica de las hormigas Garriadoras, trasegar quinientos fusiles de asalto, através de la frontera hacia El Salvador.

Durante su estadía en el Papalón, fue aleccionado el susodicho Coyote acerca del código secreto de terminología política elaborado por la inteligencia de los camaradas olanchanos.

El término `chahuite´, en idioma nativo (mezcla de Nahua y Maya), significa humedal. Se refiere a los humedales que quedan anegando los campos, pasada la estación lluviosa.
En el código secreto de los hermanos olanchanos, chahuite puede significar, discurso, o verborrea, incluso, declamación poética; dada la humedad que resulta alrededor de la boca del discursante o del declamador, que en casos severos es capaz de anegar micrófonos o enpapar el rostro de interlocutores o público cercano.

Aún hoy, pasada la guerra, cuando los olanchanos dicen, `tu tarea es preparar el chahuite´; ellos quieren decir, `tu tarea es preparar el discurso´, o en su defecto, preparar la poesía.

II

Convocó Chema Maravilla al consejo de brujos de las tribus pipiles habitantes de Västerås, para informar la creación de la asociación Mälardalen Solidarisk Kommitte, dentro de la cual, el gran Maravilla introduce un caballo de Troya, llamado PROCUMA (Proyecto Cultural Mesoamérica).

Sólo asistió una suerte de troika: Jorge Flores Pipiltzín (este apellido se traduce como, príncipe de los Pipiles, o como, noble pipil; y sólo lo ostentan los desendientes directos de Topiltzín Azítl).
Asistió el referido Maravilla, cuyo nombre indígena es secreto; y asistió Coyote Cojo.

Después de mucho deliberar, se pudo entender que las huestes del aprendiz de brujo quezaltepecano, DJ Neftor, estarían concentradas el sábado 24 de octubre, con el único propósito de darse un atracón de tamales, pupusas, peperechas, semitas y café; y que ninguno de los organizadores había reparado en que corría el mes de octubre, en el que se conmemora la llegada de Cristóbal Colón.

El aquelarre de gastronomía pipil, comenzó con la romántica intervención del trovador Samuel Vasquez (este Samuel, a lo lejos parece un cantaor gitano, pero no, es puro pipil).

Hubo un momento que el bullicio de la sala se transformó en absoluto silencio. La razón era que venía entrando Mil Plumas, brujo quezaltepecano, que ya hizo historia en Västerås, mediante abundante producción literaria, entre la cual se cuenta `El sapo frente al espejo´, rigurosa autocrítica a que lo llevó el desamor de una ingrata.

Entrando la fiesta en su apogeo, y a una señal del Maravilla, levantose Coyote Cojo de su asiento y dijo: `Atención señoras y señores! En conmemoración a la llegada de Cristóbal Colón, aquí les vengo a echar este chahuite!´:

Breve discurso sobre una larga historia

En aquel tiempo era necesario
que un marinero dominase además, la observación de las estrellas; lectura, trazado de mapas; y la construcción de barcos. Se reunían en Cristóbal Colón, los oficios de capitán de navío, astrónomo, cartógrafo y armador.

Los cartógrafos sospechaban la redondez de la tierra; pero el papa de Roma opinaba que la tierra era plana, y que en el horizonte el océano se despeñaba en un abismo infinito.

En general los marineros, tenían miedo a ese abismo; no así Cristóbal Colón, porque Colón creía en la redondez de la tierra.

La cólera pontificia no tenía límites, y a quien insistiera que la tierra era redonda, el papa condenaba a ser quemado vivo en una inmensa hoguera, enmedio de la plaza pública.

En ese tiempo Europa ya no aceptaba que en su gastronomía faltaran las especies que llegaban de la India; pero los turcos tomaron Constantinopla y quedó cortada la ruta hacia la tierra de las especies.

Propuso entonces Colón a los reyes de España, ir a por especies a la India, navegando en sentido contrario, por el oeste, sobre el Atlántico, porque a decir verdad la tierra era redonda, y no plana como aseguraba el papa.

Los reyes eran católicos y temían al poder del papa; pero el papa también echaba de menos las especies de la india en su santísimo paladar; entonces obvió que fuesen fletadas por los reyes de España, la Pinta, la Niña y la Santa María; las tres carabelas con que partió Colón, del puerto de Palos el 23 de mayo de 1492.

En altamar, muchos marineros temieron al abismo. Se sucedieron las conspiraciones, los amotinamientos para asesinar a Colón y obligar a la expedición regresar a España, pero Colón ante los retos se volvía gigante, y los medrosos marineros terminaban por temer más al gigante que al abismo y a lo desconocido.

A las dos de la madrugada del 12 de octubre, poco más de cuatro meses de navegación ininterumpida, cuando la conspiración para asesinar al capitán era mayor, Rodrigo de Triana, el vigía de turno de la Pinta, primero pensó que sufría alucinaciones, pero cuando estuvo seguro que veía claramente una fogata, gritó: Tierra! Tierra a la vista!

Desembarcaron los extranjeros en la isla Guanahaní del archipiélago Bahamas. Los nativos vivían en la inocencia. Iban desnudos sin malicia alguna. El sexo para ellos no era pecado; recibieron con júbilo a los españoles, y les ofrecieron sus hijas y sus mujeres, para que yacieran con ellas.

Para aquellas gentes los recién llegados eran dioses surgidos del fondo del mar.

Los nativos recogían su pelo, atravesaban su nariz, orejas y labios con piececillas de oro. En un principio trocaban los españoles esas piececillas por espejitos y cuentas de vidrio.

Cuando agotaron espejitos y cuentas de vidrio, comenzaron los hispanos a simplemente robar los adornos de oro de los nativos. Aparte de esto, los nativos repararon que los marineros y su capitán, orinaban y defecaban hediondo.

He aquí que el cacique Caonabó y la cacica Anacaona, se entregaron a la sospecha que no eran ningunos dioses los que llegaban, sino extranjeros remotos que venían a robar.

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